En compañía de Nacho, niño perdido por leales motivos y futuro cabeza de familia que para ello esta bien dotado, como el que suscribe, madrugamos que en verano son palabras mayores y fuimos allá donde redoblan tambores... que síiii, que en Tobarra también pasa.
Y claro, el señor Ignacio con bicicleta nueva y el que cuenta con una de casi catorce kilos igualaron fuerzas o al menos lo intentaron y juntos, si uno tiraba el otro tambien, fueron cayendo sendas y kilómetros y al final, al final todo terminó con una buena cerveza y almendras fritas.
Agua, agua, eso gritaban los ruteros hasta que un buen paisano a once kilómetros del final no negaba líquido elemento privándose de sustento para si, por todo ello más una fuente pública por lo notorio de su presencia y ausencia de lucro, hicieron la llega triunfal con un subidón a un buen cerro con su bajada trialerica.
Bienvenida amigo Nacho y nos vemos en la siguiente, nos vemos mañana.