Vuelta a los orígenes se podría denominar esta ruta con tanta historia. A mis hijos, mientras la recorríamos les recordaba que hacía 25 años exactamente que andando no pasaba por aquellos lugares que están casi igual que como los dejamos.
Eran tiempos de acampadas con amigos, con niños de pañoleta y con la vida por delante. Ahora son tiempos otra vez de niños y además los míos y con mucha más ilusión pues hemos disfrutado como no está escrito.
Nos hemos podido bañar y ducharnos en esas pedazo de cataratas que tenemos en nuestra impresionante sierra del Agua y hemos podido comer en el restaurante del Batanero, hombre de gran corazón que por aquellos días nos dejaba su pequeño merendero para refugiarnos en días de lluvia e incluso una vez que nevó y nos quedamos incomunicados.
Ahora es un merendero en condiciones, grande y con buenos salones, con renombre y aire acondicionado. Cada una de las estancias las recuerdo como cocinilla o porche, chimenea y vuelta. Que cosas tan curiosas tiene el paso del tiempo.
En la ida a las cataratas hemos paseado por la senda de los Picarazos y disfrutado de las vistas del pueblo, de los colmillos del Diablo, la descarnada senda Potoco y la difícil subida a las cataratas.
Descanso en el Batanero y disfrute y deleite de sus viandas, destacan esas impresionantes patatas fritas.
Vuelta junto al río y sus sendas con un paseo que termina en callejeo por el pueblo.
Agua por doquier y paisajes serranos impresionantes, un gran día de naturaleza, en mi caso con mi familia.
Recomendable al 100 % pues ofrece un itinerario completo de la zona en el apropiado sentido.