Hacía años que no iniciaba una ruta por estas tierras. La espera ha valido la pena pues me comentaron que por allá se encontraba una cueva llamada de los Ángeles. Parecía mentira que con las veces que había ido no supiese de ella y en cuanto pude marché para hacer esta ruta.
De aperitivo a la cueva, unas cuantas sendas de sobra conocidas con las que poder sudar a pesar de estar bajo cero y recorrer unos pinares con encanto. A la vuelta, antes de la cueva la sorpresa de un parque de troncos de árboles bastante peculiares con los que poder pasar un buen rato de fotografía.
La cueva, algo único y si Dios quiere, que siga en el estado que se encuentra, plena de naturaleza con un pajarillo que le encantaba que le fotografiasen, una laguna excepcional para un remojón veraniego y un lugar privilegiado.
Lo bueno de Villamalea es que está a tiro de piedra en coche y he podido encontrar un lugar donde poder tomar un café previo y una cerveza final.
Sin lugar a dudas, OTRA GRAN MAÑANA DE BICICLETA para la penúltima ruta del año.
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