Por fin llega el día y marchamos a iniciar nuestro periplo desde Alcoy, ciudad histórica y curiosa por sus cuatro costados.
Recorridos anteriores nos hicieron pasar por estos lugares, la ruta del Serpis de la Encina a Gandía, la subida al Montcabrer y bajada al Barrac del Cint, la Aitana Xtrem desde lo alto del macizo con el paso de Contador y otras delicias. Ahora se trata de recorrer pueblos y lugares desconocidos por nosotros para descubrir muchas cosas.
De la ruta tan sólo puedo contar que dureza no le falta pues para conseguir los 3366 metros de desnivel en poco más de 100 kilómetros deberemos sudar tinta china, subir cuestas empinadas y bajadas complicadas, recorrer tramos peligrosos, pedregosos y patear una senda casi en su totalidad, subir por una rambla llena de piedra y disfrutar de grandes e impresionantes paisajes a medida que nuestro cuerpo suda como nunca. Es decir, tienes que estar dispuesto a poder afrontar cualquier cosa.
Eso sí, recordar al personal que la hicimos un día de primavera con máxima de 20 grados y casi nos quedamos a mitad de ruta sin agua. Se recomienda no hacerla en época estival a no ser que llevemos un bidón de veinte litros a la espalda.
En muchos lugares podremos observar que la naturaleza lucha por ser lo que fue antes de antiguos incendios y poco a poco reconstruye su cara en un terreno lleno de piedra y roca, casi desnudo.
Aprovecharemos el paso por los pueblos para llevar nuestros bidones completos de agua y los primeros cuarenta kilómetros para llevar buen ritmo pues los siguiente cuarenta serán duros, muy duros y dificultosos. Los últimos cuarenta serán en su última parte un paseo militar pero con las piernas fatigadas y la cabeza cargada de grandes paisajes y sensaciones.
Hemos disfrutado de las gentes de los pueblos que por donde hemos pasado para cualquier cosa nos han tratado fenomenalmente y eso se agradece en gran medida pues somos gente de paso a la que no conocen. Hemos podido disfrutar de un pequeño festín de cerezas tomadas con mesura de una plantación en el Vall de Gallinera, grandes, crujientes y maduras. Tan buenas estaban que nos llamentamos de no poder llevar a casa una caja de tan dulce manjar que no tiene por que envidiar a las del Valle del Jerte.