Higueruela se sitúa al centro de un cúmulo de montañas, a mil metros de altura y ha sido uno de esos pueblos afortunados por la riqueza eólica.
Higueruela en domingo no tiene un bar de esos que abre antes de que salga el sol para trasnochadores, madrugadores por naturaleza, cazadores, ciclistas y otros sujetos al efecto. Además y por lo que hemos visto, muchos de sus bares no abren en domingo hasta la hora del Ángelus. De los bares destaca uno llamado Zacarías donde quien lo regenta atiende a su único dueño que es el reloj, no realizando concesiones a los que buscamos un refresco o medio bocadillo. Menos mal que hemos encontrado uno abierto con buen servicio y bocadillos, pero a precios desacostumbrados.
En Higueruela abunda la piedra de todo tamaño y tipo, estando por aquí y por allá como si alguien se hubiese ocupado de llenar cualquier espacio de este inerte elemento. Agradecidos son los momentos en los que sus pistas nos ofrecen firme en buen estado para apreciar lo que vale un peine.
En Higueruela existen sendas y algún propietario deseoso de mostrar sus dominios pasa buenos rastrillos para oxigenar estos bellos tramos, dejando que su acceso sea exclusivo para la fauna y vehículos todo terreno de altas prestaciones.
Higueruela es un lugar al que no volvía desde hace unos díez años. Ahora, tocarán esperar otros diez años más alguno más para volver con la bicicleta, porque lo que es para comer en el bar de Zacarías que por los visto tiene buena cocina, deberé esperar al menos unos veinte años y que el olvido me ayude a retornar… eso sí, después de las doce del mediodía.