Con Paco y con Borja tras varios días esperando nos vimos a la hora de la digestión y nos dispusimos a pedalear contra el viento hasta Pozo Cañada.
Pasaríamos por el Salobral, subiriamos a los Pocicos y por esa carreterilla que lleva al Campillo del Hambre. Luego el tramo de carretera que va hasta el Campillo de las Doblas, trazado hecho y conformado de parches de asfalto, parches sobre parches y más parches de manera que entre parche y parche algún que otro agujero. Pequeño suplicio para mis compañeros carreteros y trámite para mi gravel.
Luego, al pasar el Campillo de Doblas, carretera a Pozo Cañada con bucle en la zona de Cerro Lobo y Abuzaderas. Allí nos esperaban más parches en abundancia sin que tuviesemos la mala fortuna de pinchar o llantar que no degustar viandas.
Tomada la carreterilla en buen estado, aire de cara hasta Pozo Cañada como al inicio del presente escrito pude avanzar.
Café, agua y chupitejos en los Arcos y tras descansillo, antigua nacional con aire casi a favor a todo trapo para mover el piñón pequeño y llegar hasta Albacete con soltura y piernas castigadillas.
Tarde extraña con ese polvo que todo lo cubre y hace que el sol quede tras un velo difuso. Falta de calor pero sin frío y buena compañía para volver otro día, pues lo bueno de esta vida es ser o estar, pero también volver, que siempre nos queda la esperanza.