Hacía años que no hacía una ruta como esta, dura, durísima, con barro, con agua, con piedras y algunos arboles caídos. Tramos en los que además de la pendiente, la rueda se hundía en el barro y la bicicleta parecía no avanzar.... pero es que el que me conoce sabe que todo esto es parte de las grandes rutas, las que no olvidas, aquellas que pasarán años pero te quedara un buen recuerdo.
Además, unas cuantas ramas en los cambios y ruedas atravesadas que he cogido a tiempo, menos mal, porque amenazaba rotura de cambio.
Dos cámaras llevaba por si las moscas y la rueda se ha portado como una campeona, pues las sendas estaban plagadas de sendas y algunas en punta y ha pasado fenomenal.
De manera que el trazado me ha quedado tremendo con sendas ya conocidas, otras viejas amigas y alguna nueva por hacer. Hace falta que todo esto pase para que salga la gente y se vayan arreglando las sendas porque nunca las he visto tan estropeadas.
Pero a pesar de todo he terminado y a tiempo de dar cuenta con el menú casero de los Bronces y disfrutar de un final de ruta apoteósico, con ese arroz, ternera en salsa, natillas y café, telaaaa lo bueno que está todo.
Ahora en casa, contando y relatando lo vivido, pero nada como sentirlo.
SIN LUGAR A DUDAS, UNA GRAN JORNADA DE BICICLETA EN LA CATEDRAL DE RIOPAR.
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