... lo mejor que podía hacer era madrugar, ir a Chinchilla con el amigo Fran, tomar un café con leche y salir donde las piernas y la cabeza nos llevase bajo las riendas del azar. De esta manera la ruta se iría formando pedalada tras pedalada.
Lllegada la hora del almuerzo, un buen bocadillo de secreto a la brasa con limoncico, un par de partidas de pinball y un carajillo quemao como establecen los cánones.
Tras ello, digestión por calles del pueblo que como las sendas, el bar y la villa, estaban casi carentes de almas que llevase o no el diablo.
Y finalmente, en coche, en un Mercedes como los ricachones nos volveríamos cuesta abajo camino de nuestros hogares para comenzar el día donde termina la bicicleta.
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