Pues coges tu coche con tu bicicleta dentro y con los macarrones todavía cayendo a los jugos gástricos te vas a los Anguijes parando antes por el café corto en el Salobral.
Descargas la bicicleta a eso de las 15.00 horas y te dispones a pedalear con un trazado que sabes que te va a deparar sorpresas.
Primero un poco de asfalto hasta la altura del Cuco y tras cruzar la carretera caminos entre lomas que vienen y van y nos llevan a la desorientación de tal manera que llega un momento que no sabemos donde estamos salvo el reclamo de la montaña de las Peñas que nos dice más o menos donde estamos. Esto termina en una zona donde el camino desaparece....
Y menos mal que lo hace en lo más alto de una loma y entre matorral vamos pedaleando con tranquilidad y cuidado pues el final de este tramo de un total de un kilómetros más o menos será monte abajo, todo ciclable pero entre jaras y piedras salvable con doble y poco temor.
Ahora el tercer tramo donde cruzamos la carretera camino de la Cañada Molina y un poco de sembrado de almendros que en esta ocasión la tierra compacta no ha sido problema. No aseguro para otros días este estado único y favorable.
Luego, otra vicisitud... la subida a Capiruza por una de esas imposibles que en mi caso ha sido posible con apretadientes y apretaculos, pero con tierra suelta, otro cantar sevillano será.
De lo alto fotos recuerdos a lo lejos Chinchilla, Albacete, Balazote y lo que queramos imaginar, que la ilusión va más lejos que la vista.
Y terminamos por el Trasvase y ese agujero que se traga litros y más litros de agua con un ruido ensordecedor y atronador que sin lugar a dudas a los hijos del secano nos encanta.
Llegamos y cerveza en los jubilados frente al coche.
Se hace de noche y todo termina, volvemos a casa a las 18.00 horas.
Llevar foco no sea que la cosa se complique.
Lo dicho, ruta para quitar el mono de la bici de montaña en invierno duro y crudo.
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