Las aldeas llevan allí colocadas decenios, algunas siglos igual que el castillo. Las cosechas son ciclicas y como el año pasa así viene de nuevo el verdor al campo tostado.
La ciudad sigue siendo una mancha en la llanura y algún pueblo se hace un pequeño hueco en la lejanía, posiblemente con el objetivo de la cámara se viese mejor.
El aire va dejando su frescor que tira a frío en la cara y se avecinan heladas. Todo pasará y volverá el calor con todo lo que ello trae. Mientras tanto seguimos naciendo, creciendo, madurando y muriendo pues todo esto pasará para nosotros y quedará para otros.
Mientras tanto las piernas protestan con el cansancio de una tarde fantástica de bicicleta, sendas y trialeras. Válgame un motivo para seguir vivo y vivir.
Recuerda que cuando mires a lo alto del castillo allí estaré, junto a la puerta que nunca pude franquear, siempre estuve pues vaya donde vaya siempre volveré a Chinchilla, el pueblo donde nunca tuve un fuego donde calentarme.
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