Y tras erase, fuera o fuese que fue, y seria una ruta épica, suprema, única, inigualable e insuperable.
Conocidos, desconocidos y reconocidos comenzamos una ruta que nos llevaría hasta el borde del mar, hasta la zona cero en Alicante.
Con pedaladas firmes y redondeadas marchamos a las faldas de Chinchilla de Montearagon y llegarías hasta el descanso con avería de postre a Yecla. Gracias a Pepe, ciclista Jumillano y a Ciclos Yecla por su disposición a echarnos una mano en la reparación que finalmente hecha y satisfactoria nos llevaría a nuestro destino.
Adelanto acontecimientos puesto que de la mano de Roberto nos dejamos llevar todos para tan increíble empresa, pues si llegar un ciclista por caminos tras 170 kilómetros a Levante, mucho mayor mérito que roza el milagro lo sería catorce personas de otras tantas.
Y es que bajo ropas ajustadas y coloridas cuales aprendices de Delgados y de induraines, de distintos orígenes, procedencias y destinos, confluimos personas de distinto e incluso desigual carácter. Es por ello que el grupo nos hace fuertes y negarnos a nosotros mismos en aras a un fin común nos ayuda a llegar a nuestro destino, ley de vida pues.
Y tanto kilómetro daría para hablar de la bicicleta, de nosotros y nuestras familias, de política y políticos, de lo divino y lo humano y además en un ambiente envidiable y necesario en su imitación como ejemplo de concordia.
Llegamos a la capital alicantina a yantar a deshora de la mano de Toni, experto en servir y trabajar a menú cerrado por Roberto. Todo al detalle, comida, bebida y bicicletas guardadas en el almacen.
Comidos y bebidos como señores que es lo que somos, buscamos la fotografía junto al mar pues los de llano y secano abrimos los ojos cuando el azul cambiamos por el marrón.
Seria finalmente nuestro señor conductor, mago, animador y seguramente algo más de la empresa Sangiao quien subiría a su autobús a personas, bicicletas, mochilas y cansancios variados.
Mientras escribo estas palabras y he dejado las anteriores ya plasmadas, la noche ha caído rumbo a casa y 14 habichuelos en un autobús de 55 viajeros volvemos anchos y espaciosos a casa con todo lo que significa.
Cuento un poco del todo pues el día se ha llenado de cosas y cosicas que todos y cada uno recordaremos pues dime tu que hasta quien ha hecho la foto de conjunto en el mar, ha sido un nativo exiliado de la Solana... si es que hasta unos paisanos de Cuenca se han unido para la foto de familia.
Termino mi crónica con mucho más que decir a la espera de la siguiente ocasión que no se ni cuando ni donde será pero a bien seguro será como hoy, OTRO GRAN DÍA DE BICICLETA SIN LUGAR A DUDAS.
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