Era sencilla, sin complicaciones y rodadora, con tramos desacostumbrados de asfalto, un par de tramos complicadillos y cortos y lo que no me esperaba, UNOS PAISAJES ESPECTACULARES con montañas y niebla. Y eso, lo imprevisto ha sido lo que ha dado sentido y carisma a una ruta que no se olvidará por lo bonito de ver el Benicadell flotar entre tanta nube acompañado del Moncabrer.
El bar de Mogente ya un clásico, con el café de primera hora y Manolo antes de entrar al trabajo, terminando en el mismo lugar con un buen bocadillo de francesa, salchicha blanca y un cremaet. Una charla a mitad de camino con otra persona y el disfrute de lo sencillo del paisaje natural y espontáneo desde lo alto, lo más alto.
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