lunes, 27 de abril de 2020

DE ALBACETE A TOLEDO O LA ALEGRÍA DE VIVIR.


INTRODUCCIÓN.

El funcionamiento de las redes sociales es curioso y en ocasiones me recuerda a mi niñez. Si querías ser amigo de alguien o alguien quería ser tu amigo, te acercabas al niño en cuestión y de modo tan directo como sencillo le preguntabas aquello de “¿Quieres ser mi amigo?, o ¿Quieres jugar conmigo? “ y todo resuelto, ya tenías amigo o amigos para jugar. Tener en cuenta que para los extrovertidos también existía la posibilidad de poder unirse al grupo con aquello de "¿Me dejáis jugar? ". Aviso a navegantes, que del mismo modo que era tan fácil hacer amigos, también dejábamos de serlo con fórmulas similares como “¡Ya no eres mi amigo! O ¡Ya no quiero jugar contigo!. 

Digo lo anterior, porque animado por un amigo de Facebook, un amigo que conoces porque le dices que si quiere ser tu amigo o si tú quieres ser su amigo, me dispongo a escribir lo que a continuación os dejo. Hacer mención a mi amigo que se dice llamar y ser Pedro Luis Rodríguez Díaz y se convierte en el detonante de todo esto ya que me ha animado a sentarme a escribir y contar una historia que al tiempo que relataba me hacía sentir bien por tan gratos y buenos recuerdos. 

De casi todos los que me conocen, saben que la bicicleta es una afición que se ha convertido casi en un modo de vida, una manera de disfrutar de parte del tiempo libre haciendo deporte rodeado de naturaleza, lugares interesantes y en ocasiones, de buenos amigos.

Cada vez que termino una ruta en bicicleta, al finalizarla suelo descargar el recorrido del GPS que llevo colocado en el manillar, y tras editarlo junto a las fotografías que suelo hacer en los lugares y momentos que mas me gustan, termino subiendo todo el material a Internet para compartir la experiencia con otras personas para que puedan disfrutar tanto o más que yo pudiendo hacer la misma ruta o simplemente, leyendo lo que me pudo ocurrir y viendo las fotografías que pude hacer. Pero bueno, en esta ocasión intentaré algo más que "subir" una ruta, y será ESCRIBIR, de modo que espero que sea del agrado de quien se disponga a su lectura.


ESCRIBIR. 

A estas alturas de la vida, puedo afirmar que nunca he escrito un libro para ofrecerlo a su lectura. Tan solo puedo decir en mi defensa que en la estantería de la habitación de estudio duerme una Tesis Doctoral a la espera de ser leída por alguien más que el presidente y los mientras del Tribunal a los que guardo en tanta estima. No nos engañemos, al tiempo que redactaba mi Tesis me di cuenta gracias a las recomendaciones de mis directores, que tenía y debía aprender a escribir mejor de lo que yo pensaba que lo venía haciendo.

Escribir es algo que he venido haciendo desde siempre. Escribo a mi aire, a mi gusto y agrado, casi sin pensar lo que surge en mi cabeza y transmiten mis dedos, aunque puedo confesar que en días y momentos previos organizo pensamientos. Siempre he pensado que escribir es parte de un proceso que comienza con la lectura, teniendo al pensamiento como intermediario. No es posible compartimentar los tres elementos puesto que en este momento, al tiempo que escribo, pienso u leo lo redactado, de tal manera que algún párrafo que otro suprimo y vuelvo a elaborar nuevamente, sabido es que tan importante es la expresión como la corrección.

Siempre he buscado transmitir el concepto, la idea, la vivencia todo lo más fielmente posible a como sucedió. Quiero que las personas que me escuchen o lean, sean capaces de comprender todo lo que yo quería expresar con mi boca o transmitir con mi escritura. Hacer estas cosas con un pensamiento puede ser sencillo según el grado de complicación del mismo, con una idea también, con un suceso o episodio puede resultar algo más complicado, pero hacerlo con todo un día de bicicleta y  lo que ello puede comportar, es mucho más difícil, posiblemente sea por eso por lo que nunca me he aventurado a intentarlo como ahora estoy haciendo. No solo se debe relatar los lugares por donde pasé, lo que mis ojos vieron, lo que mi mente pudo pensar en cada momento, aquellas cosas que me llamaron la atención, las personas con las que hable, aquellas que me aconsejaron, lo que comí o bebí y vete tú a saber cuántas cosas que ni recuerdo o recuerdo y desconozco en este momento que vaya a escribir.


LA MEMORIA.   

Relatar lo que ocurrió aquel día de septiembre del año 2018 ya pertenece al pasado y la memoria del ser humano, en concreto la mía, es algo lastimosa y traicionera. Cierto es que no poseo memoria fotográfica y todas aquellas cosas que no se fijaron en el recuerdo correctamente, han sido borradas por el olvido o al menos eso es lo que pienso. También he de reconocer que con otras vivencias sucede el fenómeno de la cristalización que tanto poeta recordaba con el amor.

               Hay algo que siempre me ha llamado la atención y de ello ya dio cuenta el poeta que posiblemente sea Machado pero no acierto en nombre, y es que con el tiempo, cualquier recuerdo se dulcifica e incluso, cualquier pasado llega a parecer mejor. Por todo ello ya que nos estamos sincerando, te diré que una ruta de estas como la que va de Albacete a Toledo es dura, bastante dura y hay veces que se pasa mal, bastante mal, pero una vez llegas a casa, dejas todo recogido y tras ducharte te vas a la cama y pasan los días, lo cuentas como si de una aventura, una gesta o incluso una hazaña se tratase. Atrás y casi en el olvido queda el dolor y el sufrimiento, las piernas doloridas, en el cuello quemado por el sol o el olvido o incluso las ganas de llegar y terminar la ruta.


PLACER O DOLOR. 

No nos vamos a engañar, no soy persona de carreras o competiciones, recuerdo un tiempo de la juventud en el que me gustaba ser el mejor, ganar o llegar primero. Desconozco los motivos aunque si pensase un poco podría intentar encontrarlos, pero por algún motivo de la vida, poco a poco aprendí a perder, a ayudar a ganar a otros y a disfrutar lo que nunca disfruté. A pesar de todo ello, hay cosas que nunca se pierden, que vienen de serie en nuestra forma de ser. Seguro estoy que hay una persona con la que me encanta competir y esa persona soy yo mismo, esa persona a la que de vez en cuando le pregunto si puede hacerlo o no.

Hacer una ruta como ésta, aunque sea con una bicicleta eléctrica (de ello daré cumplida cuenta y detalle), es algo que cansa y bastante, pero debemos recordar que el principal problema de la resistencia no es el inicio sino el final de los recorridos. Es decir, si la ruta son doscientos cincuenta y cinco kilómetros, los primeros doscientos kilómetros no son un problema, el problema son los últimos cincuenta y cinco kilómetros. Recuerdo una vez que hice una media maratón, la única de mi vida que eran 21 kilómetros. El problema era el ritmo pues mayores distancias había recorrido a mi aire y recuerdo los últimos kilómetros donde se juntaron todos los problemas del mundo para terminar los últimos dos kilómetros con una sonrisa en la boca, sabedor que llegaría hasta el final.

Porque comienzas la ruta fresco, descansado, aunque no pletórico pues levantarse a las cinco de la madrugada y haber dormido unas cinco horas no es descanso adecuado para afrontar un día así. Lo suyo es acostarse antes pero es que no tienes sueño porque no sueles acostarte antes y ello unido a los nervios, no es algo que relaje bastante.

Que sí, que llevo toda la vida haciendo bicicleta, pero no sigo plan de entrenamiento alguno, no miro mis pulsaciones ni me cuido en la comida para buscar mi peso ideal, tampoco es que me ponga como el tío Tenazas. Recuerdo hace unos veintiocho años que marché a Cazorla desde Albacete y la noche anterior estaba malísimo y tuve que vomitar un par de veces. En casa me decían que no saliese al día siguiente con la bicicleta. Pues al día siguiente, recuerdo almorzar pasado Alcaraz un bocadillo que llevaba en la mochila con tres chorizos de esos que nunca olvidas. Ese día terminaría en las casas del poblado los trabajadores del embalse del Tranco al inicio del parque natural de Cazorla durmiendo en la puerta de su iglesia en mitad de una copiosa lluvia.

Y es que días como este, comienzas con placer y ganas de hacer la ruta y terminas con dolor y ganas de terminar la ruta. Esta afirmación es modelable según las rutas y circunstancias, en mi caso no fue tan malo y finalicé contento y sin dolores reseñables. Cierto es que el culo como muchos dicen, hace años que no me duele nada, pero la espalda o el cuello, las muñecas y a veces las piernas, molestan y llegan a doler y dar algún aviso en forma de pinchazos amenazadores, pero lo mismo que aparecen, desparecen. En ocasiones y como si de una orquesta de dolores fuese, recuerdo dolores generalizados con alma incluida, pero lo que no haces es dejar de pedalear. Todo pasa, los buenos y los malos momentos.


EL TIEMPO. 

Acabo de echar mano a la muletilla de los datos de la ruta y según obran, se puede observar que el tiempo total invertido fueron once horas y nueve minutos un día veintiséis de septiembre con un total de doscientos cincuenta y cinco kilómetros con novecientos ochenta metros. El desnivel acumulado en subida sería de mil metros y otro tanto en bajada de mil doscientos dos metros, por lo tanto saldría ventajoso unos doscientos metros. ¿Tú crees que todos estos datos son ciertos porque los diga una maquina?, pues te diré que no y te lo voy a explicar a continuación:

El tiempo total que tardé en realizar el recorrido no fue todo un día pedaleando pues once horas en septiembre es casi todo el día solar ya que la mañana comienza tarde y la tarde llega temprana. Pero vamos a ser un poco más claros, es posible pedalear con la oscuridad gracias a la luz de un foco con el que en la madrugada comencé a pedalear horas antes de que el sol quisiera asomar por el horizonte, por cierto, grato momento de este tipo de rutas. Esas horas iniciales son fundamentales debido a que no puede ni debe hacer demasiado frío y el ritmo o velocidad media suele ser algo elevado a la media, algo que me anima y motiva, siempre respetando al glorioso cuerpo que todavía desea y piensa seguir en la cama.

En el tiempo total invertido se incluyen las paradas que fui realizando para hacer alguna fotografía, comer una pieza de fruta, un par de chocolatinas, tomar un café en un bar de algún pueblo o comerme el bocadillo que llevaba en la mochila más alguna incidencia que pudiese surgir y no recuerdo en este momento. Aunque no lo parezca, no recuerdo muchos momentos debido al alto grado de concentración que se debe llevar todo el recorrido, es tan fundamental una cabeza amueblada como buenas piernas. Recuerdo una ruta camino de Valencia yo solo en la que llegado a los 180 kilómetros y con las piernas en condiciones, tuve que abandonar porque no me veía en condiciones.

Pero siendo más claro si es posible, el tiempo total invertido en la ruta no fue de un día, fue de varios meses desde que un buen día se te ocurre ir desde Albacete hasta Toledo y por fin, subes a la bicicleta dispuesto a cumplir un sueño. Fueron varias las rutas que pude trazar en los mapas basándome en el Camino de Santiago que pasa por Albacete y Toledo, los lugares que pensé donde poder parar a rellenar agua, tomar un bocado o visitar algún monumento que allí estuviese. Muchas veces me resulta curioso cuando algún compañero de ruta me pregunta en recorridos donde nunca he estado, y es que casi como de un ejercicio de memoria se tratase, lo llevo todo en la cabeza. Por lo tanto, concluir con una verdad universal que dice aquello de que "El tiempo es relativo".





EL RECORRIDO, LOS PUEBLOS Y LOS LUGARES. 

Si con pocas palabras se tuviese que resumir el recorrido, la ruta comienza de madrugada en Albacete recorriendo sus calles y atravesando el Polígono Industrial de Campollano. Todo en mitad del silencio y de la oscuridad cada vez más patente, sin tráfico más que alguna furgoneta que pasa fugazmente. Cuidado con esto de los vehículos en mitad de la noche pues se debe extremar la precaución, debiendo llevar mucho más cuidado de lo normal.

A continuación, se toma una pista de tierra que coincide con el tramo del Camino de Santiago que proviene de la Vereda de Santa Cruz y desde Chinchilla de Montearagón. Es cuando comienza la ruta con la autovía a mano izquierda. Se llegará y cruzarán pueblos como la Gineta, la Roda, Minaya, Casas de los Pinos, San Clemente, el Castillo de Santiago de la Torre, las Pedroñeras, el Pedernoso, Santa Maria de los Llanos, Mota del Cuervo, el Toboso, Quintanar de la Orden, la Puebla de Almoradiel, la Villa de Don Fadrique, Villacañas, Tembleque, Mora, Almonacid de Toledo, Nambroca, Burquillos de Toledo, la Zarzuela, Cobisa, los Cigarrales y por fin, Toledo.

Demasiados pueblos para un solo día, aunque para ser gran parte de la Mancha tampoco es moco de pavo. Pero vamos a ser sinceros, por diversas circunstancias que no vienen al caso, no soy persona que haga de sus rutas un viaje de varios días, con un amanecer y un ocaso debo tener por suficiente. Aquel tiempo de bicicleta y mochila (ahora dicen alforjas) ya pasó y ahí queda. Fueron días enteros pedaleando sin horario ni calendario camino de la Sierra del Agua, de Granada o Tarifa. Días que son parte de mi vida pasada y con un recuerdo casi imborrable.
               


Yo tenía suficiente con pasar por el Castillo de Santiago de la Torre, descansar un poco en Santa María de los Llanos, hacerme una fotografía en el Toboso con Dulcinea y mi ídolo Alonso Quijano el Bueno. El resto era camino y como dijo el poeta que antes mencioné, "... Se hace camino al andar".



Además, pude dar cuenta de mi bocadillo que  a mis lomos llevé bastantes kilómetros. Lo hice en la terraza de un bar de Villacañas acompañándole de una cerveza fresca y tapa y café. Allí conversaría con un hombre que pasaba y me preguntó por la bicicleta, con un amigo suyo que era Policía Local y que también practicaba bicicleta. 

Una vez reanudé la marcha, pedaleando con mi soledad, la radio, la música y la tranquilidad de los caminos, pude hacer parada en el pueblo de Mora, donde conversaría nuevamente con una mujer de un supermercado. Como quiera que ya no era posible buscar fuentes donde rellenar el agua de mi bidón, busque un lugar donde comprar una botella de agua fría y mientras la bebía y le contaba lo que llevaba recorrido. Sin conocernos de nada, hablábamos de su pareja que ya no podía salir en bicicleta, de los niños y de la vida. Son de esos días y de esas cosas que no te suelen suceder a menudo.

Y volví a pedalear, de este modo llegaría y pasaría la zona de los Cigarrales para asomarme al balcón del Tajo y ver Toledo desde lo alto de la otra orilla. Desde allí recogería mi triunfo y conseguiría llegar para subir y bajar por las callejuelas de Toledo, el Alcazar, la Catedral y la plaza de Zocodover. Bajaría hasta el río y para recorrer los estrechos paseos que hace años hicieron tenía ganas de disfrutar.







LA NATURALEZA, LOS PAISAJES. 

A los que somos de la Mancha y a los que no lo fueseis, sabemos que son terrenos interminables donde la línea recta es dueña de caminos y horizontes. Por estas fechas, la tierra se ha quemado con los calores del verano y con alguna lluvia otoñal puede ofrecer algún verdor en el campo.  La viña  inunda casi todo pletórica de hoja que cubre y esconde racimos completos de uva pendientes de vendimiar,  llenando en interminables hileras el camino. Algún pinar nos saluda y pasa tan fugaz como nosotros, ofreciendo algo de sombra y descanso.

Los últimos kilómetros a Toledo serán entre bosquejos de pinos de media altura y la parte final, por urbanizaciones y pueblos pegados a carreteras asfaltadas que nos llevan a bajar el río Tajo. El paisaje por excelencia es el urbano, el de la ciudad que llaman Imperial con más edificios que los que yo pueda poner nombre. Algo gratificante en una sonrisa contenida mientras pasan los turistas a los que dirías que has llegado, que has podido, que lo has conseguido, alegría interior, satisfacción….





LA CLIMATOLOGÍA. 

De todos es sabido que la temperatura, una vez cae por la noche, se mantiene constante hasta cierta hora en la que, antes de salir el sol, baja un par de grados y el aire hace acto de presencia removiendo el fresco hasta casi hacerlo frío. En ese momento debes ir abrigado y no en exceso por dos motivos, primero porque no es bueno sudar y segundo, porque luego es peso que llevarás en la mochila. Por ello, y como la temperatura para ese día seria agradable, además del culote de verano, llevaba los manguitos para los brazos y un chaleco para no pasar frío. Estas prendas pesan poco y luego para guardarlas ocupan poco espacio en la mochila.

A pesar de lo agradable de la temperatura, el día comenzaría con 10 grados, pero llegaría a una máxima pasado el mediodía de 30 grados. Esto daría lugar a que finalmente bebiese un total de 8 bidones de agua que suelen sumar 6 litros. Recordar que el día de antes debemos beber algo más de lo normal y realizando este tipo de rutas, nos debemos hidratar sin tener sed y comer sin tener hambre. Como demos lugar a tener sed y tener hambre, estaremos dando lugar a tener los mismos problemas que cuando calentamos en exceso el motor de nuestro turismo.

Tampoco lo había comentado hasta el momento, pero estas rutas tan largas las hago el día que el señor viento dispone (algunos le llaman con nombre propio Eolo). De manera, estuve esperando semanas a que la dirección de viento fuese la correcta en dirección Toledo. Teniendo como referencia Albacete os diré que es dirección horizontal a mano izquierda.  De esta manera, aunque me desvíe un poco a la derecha o a la izquierda, el viento nunca será perjudicial, más bien mi aliado que bastante tengo con mi soledad de compañera de viaje.




LA SOLEDAD. 

Siempre he practicado deportes en equipo, el fútbol o el baloncesto, pero por mi forma de ser y la manera que me gusta de hacer deporte, la bicicleta es el medio ideal y no es necesario llevar compañeros de ruta y en mi caso, mucho menos para rutas de este tipo.

Siempre me dicen que no vaya solo, pero dime tú a quien encuentro para que conmigo vaya hasta Toledo.  Hace treinta años decían que estaba loco cuando viajaba con mi bicicleta por media España, hace doce años, cuando comencé a hacer rutas de este tipo, decían que no estaba bien. Menos mal que ahora que tan de moda que la gente se apunte a pruebas multitudinarias de grandes distancias, ya no es algo inusual y por ello, casi normal.

En todos estos años, tan solo he podido encontrar un buen y fiel compañero de rutas, el amigo Fran de las Peñas con el que he podido realizar casi la totalidad de las rutas de larga distancia y no tanta, pero si de extremada dureza. En este caso, el amigo Fran le resultaba imposible poder acompañarme debido a una enfermedad familiar que no le permitía abandonar su domicilio y su trabajo.

Por todo ello, al pedalear de Albacete a Toledo, se debe llevar la cabeza en su sitio, libre de problemas y preocupaciones que no sean las de todos los días. Con el trabajo y la familia en condiciones normales, sin más preocupación ese día que llegar y los nervios de no poder hacerlo por algún motivo y la incertidumbre en todo momento, es como se debe comenzar a gestionar la soledad.

Once horas solo, pensando en cosas que quieres y en cosas que no quieres, en cosas deseadas y no deseadas. Es el momento en el que la cabeza comienza a dar rienda suelta a los pensamientos de su parte consciente. El mecánico pedaleo y la postura corporal es sencilla de mantener haciendo correcciones periódicas para no llegar al dolor articular.  Parece mentira pero es el momento de ordenar cosas del trabajo o de la familia mientras miras el GPS y tienes cuidado de no equivocarte de camino en las bifurcaciones por donde nunca has pasado, o no tomar el tramo adecuado a la hora de saltar o cruzar alguna carretera nacional o autovía.

La música se convierte en aliada y con más de cinco mil canciones en mi teléfono, casi que podría cruzar la Península completa sin dejar de oír música sin que esta se repitiese. Se debe tener cuidado en los caminos con las personas que los utilicen o algún coche que venga tras de ti y por ello, es obligación legal y costumbre pedalear por el lado derecho. De todos modos, la gente de estos lugares  es muy respetuosa y nadie altera la tranquilidad del pedaleo en todo el recorrido con ningún claxon inadecuado.

En esta ocasión que marché a Toledo, instalé una aplicación en el teléfono móvil para escuchar la radio, porque resulta que tanta modernidad en los teléfonos de ahora que han quitado la radio que venía de serie. Con Onda 0 y Radio Castilla la Mancha, las noticias, los debates, las curiosidades y las llamadas de los oyentes o escuchantes como dicen ahora, tuve quien me acompañase.





LA MOCHILA Y LA COMIDA. 

A la espalda llevé mochila, no una mochila especial de bicicleta para largas distancias si existiese, que seguro las venden. Portaba esa mochila que tengo y uso para cualquier cosa que estimo conveniente. No es especial para bicicleta, pero lo fundamental es que está acolchada en la parte que toca la espalda y que los tirantes son cómodos para que no se claven en los hombros.

Dentro de la mochila llevo una batería suplementaria con la que poder recargar el GPS pues su atonomía no supera las ocho horas. También es posible recargar con la batería el teléfono móvil que con tantas horas escuchando música es posible que me deje sin batería (suelo decir que "me deje" en vez de "que se quede" por esas ocasiones que pensabamos que teníamos más batería de la que finalmente descubrimos y se "apagó" el teléfono móvil).  Además, para poder recargar los dos dispositivos, un par de cables,  no sea que de problemas alguno de ellos como una vez me pudo ocurrir en la zona de Castalla.

De todos es sabido que en Albacete, el bar LOS CORZOS suele abrir a las 05,00 de la madrugada  y como quiera que se encuentra casi al inicio de la ruta, allí me dirigiría con mi bicicleta para dar cuenta con la parroquia habitual de un café con leche y un Donut glaseado.

Además, llevo un bocadillo de jamón con queso y tomate que me hice la noche anterior, un zumo de piña, me bebería en el camino dos coca colas, otro café con leche y otro Donut que me regalaría el gentil camarero de la TABERNA DEL AIRE  a mi llegada a Toledo a la espera del vehículo de regreso.  

En la mochila portaba en esta ocasión unos calzoncillos, unos calcetines, unos pantalones cortos y una camiseta para cuando llegase a Toledo me pudiese duchar y poner ropa limpia, algo que no suelo hacer en las rutas largas, ahora diré el motivo de ello.





BLABLA CAR.

El problema de Toledo no es ir, es volver porque no hay tren ni autobús que me traiga a mi y a la bicicleta de modo directo y en condiciones adecuadas. Desgraciadamente, nuestra región esta comunicada de modo fatal en lo que se refieren las capitales de provincia.

En caso de volver en tren, tan solo podía hacerlo en Larga Distancia y ello implicaba tener que desmontar totalmente la bicicleta e introducirla en una funda, todo un ejercicio de imposibilidad con la bicicleta eléctrica. Además, la mala comunicación de las capitales manchegas que antes manifesté, implicaba primero ir de Toledo a Madrid y luego de Madrid hasta Albacete... si es que se tardaba casi lo mismo en volver en tren que en ir en bicicleta, vaya tela. Del autobús mejor no digo nada… un día contaré como fue volver desde Algeciras hasta Albacete en autobús.

De este modo, estuve pensando como volver y se me ocurrió hacerlo en BLABLA CAR. Localicé un viaje de vuelta donde un tal Johan con un turismo marca Dacia, modelo Logan, ofrecía tres plazas para Albacete saliendo desde la zona baja de la Universidad. Me puse en contacto con él y le reservé dos plazas, le expliqué el motivo y no tuvo problemas traerme en su vehículo. De esta manera, la vuelta la pude hacer con Johan, nacional de Colombia, abogado, profesor de Universidad y con una vida tan intensa como inversamente proporcional a la sensación de tiempo que tardamos en volver en su coche, con una conversación amena y entretenida.


UNA DUCHA Y ROPA LIMPIA. 

Como quiera que once horas de ejercicio y treinta grados de temperatura máxima dan lugar a mucho sudor acumulado, al final no es grato que una persona aseada quiera realizar un trayecto de casi tres horas con alguien lleno de sudor, suciedad y polvo del camino.

El tío Pablo que es un familiar al que estimo muchísimo, es alguien que llegado el momento hace lo imposible con una facilidad pasmosa. A él recurriría días atrás puesto que su vida entera ha sido trabajar y dirigir hoteles. Le pregunté si era posible que me facilitase el favor de que algún hotel de Toledo me permitiese a mi llegada la posibilidad de ducharme y cambiarme de ropa. El tío Pablo me hizo el favor y además en el HOTEL BEATRIZ, ya conocido por mis huesos pero no en estas lides, uno de los mejores de Toledo donde sus empleados me dieron la llave de una habitación donde poder ducharme y si quería, descansar antes de mi vuelta. A ello también contribuiría el director del mismo establecimiento de Albacete con el que tengo una buena relación.

Dime tu si no es para estar agradecido al tío Pablo, y al HOTEL BEATRIZ DE TOLEDO, a su director y el de Albacete, donde responsables y trabajadores me trataron fenomenálmente y de esta manera poder volver en coche hasta Albacete como un señor.





LA BICICLETA, ESA COMPAÑERA DE FATIGAS.  

Una ruta de este tipo la puedo hacer tanto con una bicicleta de montaña normal como eléctrica. En este caso, teniendo las dos opciones a mi disposición, elegí la eléctrica por diversos motivos.

En primer lugar por la comodidad. Realizar un trayecto tan largo y hacerlo en una bicicleta de montaña, a pesar de una o dos supensiones, es algo que no suele ser cómodo y mucho más en su parte final cuando como ya he comentado, te duele todo. Si la bicicleta solo tiene suspensión delantera, ofrece menos comodidad que en caso de ser de doble suspensión, pero la falta de rigidez hace que se pierda efectividad en el pedaleo.

La bicicleta eléctrica tiene ruedas gordas como suelen decir, de un diámetro de 2.8 frente a 2.1 que suele llevar mi rígida. Un diámetro tan grande permite presiones de 1 mientras que la rueda de 2.1 suelo llevar con presiones de 2.5, de esta manera, es tremenda la comodidad que proporcionan simplemente las ruedas.

El peso de la bicicleta. Mientras la bicicleta eléctrica pesa 25 kilogramos, la rígida pesa 11 kilos. Es cierto que cuesta menos mover la rígida, pero las inercias de la de 25 kilos, una vez conseguida una velocidad media de crucero, si es posible mantener con las piernas y la ayuda del viento, es algo verdaderamente alucinante.

El tema de la batería. La bicicleta tenía su batería pero no tenía ninguna posibilidad de recargarla debido a que no llevaba enchufe ni adaptador alguno, de esta manera solo tenía una carga de batería. Con una carga normal para una ruta de este tipo con 255 kilómetros y 1100 metros de desnivel, tendría para pedalear con ayuda para unos 120 kilómetros. De esta manera y desde el inicio de ruta, la el motor iría desconectado y la batería apagada. Pedaleando con mi bicicleta de 25 kilos más el peso de la mochila haría 170 kilómetros con una medía de 24.5 km/h. Justo con esa distancia y tras el bocadillo, conectaría la batería y con la ayuda del motor recorrería los últimos 85 kilómetros incluyendo las subidas y bajadas al río Tajo desde Toledo. Tal sería el ahorro y la incertidumbre que sobraría el 49 % de la batería. No me preguntes pero en este tipo de rutas suelo parecer otro y sea por la ilusión, el miedo o lo que sea, es como si las fuerzas se multiplicasen.

Lo que hice antes de salir a Toledo fue comprobar el líquido para los pinchazos, limpiar y engrasar la cadena, ajustar los cambios y llevar en mi mochila un par de cámaras en caso de pinchazo, un tronchacadenas, una llave multiusos, unas bridas, y algo de dinero para los gastos corrientes e incluso extraordinarios llevado el caso.


EPÍLOGO.

Sirva este documento para quien quiera conocer lo que se piensa y siente en días como estos, que la vida no es lo que se hace sino como se hace, que lo importante del camino es disfrutarlo y que todo lo que hacemos y somos, es consecuencia de una vida pasada.

Espero que os haya gustado un día de bicicleta de Albacete a Toledo.

No hay comentarios: