Da lo mismo que te den una bicicleta de carretera, de montaña, un coche, una moto, un patinete o como es el caso, una bicicleta de montaña. El problema no es la máquina, es el maquinista....
... Por que lo llevas de serie, en los genes o porque lo has visto en casa, cuando eras pequeño y tu padre te llevaba junto a tu familia a lugares donde nadie había ido, caminos perdidos y sensaciones de asombro, miedo y cansancio.
Es por todo que se te va pasando la vida y continúas evolucionando, es cuando llega la comodidad porque te haces mayor y no te apetece sufrir más, quieres ir como un señor y disfrutar, parar para darte buenos almuerzos y beber la cerveza más fresca del lugar... ¡Y una mieerrrrrrdaaaaa !
Porque cuando llega el momento de retirarte te encuentras a un amigo que se llama Fran, que se define como la horma de tu zapato, tu San Martín o como quieras llamarlo y entonces, si te compras la eléctrica, se compra otra eléctrica, si cambias el GPS, cambia el GPS y todo sigue como cuando no tenías eléctrica. Sigue siendo un mano a mano donde tu piensas que estás fuerte, pero él un poco más y ves que te gustan las sendas, las trialeras, las subidas imposibles, y a él también. Con este panorama te pones a trazar a diestro y siniestro rutas con los mapas de satélite y ves donde no hay, una senda que luego es un torrente, una superficie lisa de piedra que a la postre es una formación rocosa que ni cabras montesas.
Pero claro, con una mochila a la espalda, agua, herramientas, un trozo de membrillo con nueces en su caso y una lata de melocotón en almibar en el mío, vamos rumbo a lo desconocido. Por eso el café con leche previo con sus dos mágdalenas que Dios sepa lo que nos espere (aunque todo ello queda procesado en un par de horas y el vacio del estómago es tal que hasta el agua que cae duele por su gravedad y soledad)
Nos dicen, nos preguntan y otros nos aseguran con su conocimiento, que esto de las eléctricas es puro placer, gandulería, tranquilidad.... pero Dios mío, si la ruta de hoy ha sido de 41 kilómetros con 1600 de desnivel y hemos sacado una media de OCHO KILÓMETROS Y MEDIO POR HORA. Ahora que escribo, todavía me duele el alma del cansancio, del pateo, las bajadas que con cien sentidos tienes que hacer y la tensión en los muslos para guardar equilibrios. Pero claro, sufrimiento con recompensa, palos a gusto no duelen, premio tras esfuerzo, esto no tiene más palabra que los hechos.
Paisajes de impresión, cuestas interminables y bajadas únicas, todo ello aderezado con unos electrones que se perderían en una constante ayuda que no llegaría a empujón más que en la última senda cuesta arriba donde guardaríamos las reservas para derrocharlas en algo que tan solo se puede explicar cuando te gusta la bicicleta, las sendas cuesta arriba y la ayuda eléctrica.
Y nos preguntabamos el tiempo que se tardaría en hacer esta ruta sin eléctrica, o si acaso se pudiese hacer sin pelechar, y mira que lo hemos hecho en un par de veces y de ello se tiene cumplida cuenta en los waypoints.
Por cierto, esta ruta va dedicada a la madre de mi mujer que estos días ha sido intervenida del corazón y necesita reposo y tranquilidad. Parece mentira con lo guerrillera que es, verla así y con su actitud hace pensar en que en esta vida todo pasa y todo cambia, pero no hay bien más preciado que poder vivir y poder disfrutar de lo que nos rodea. Así es que, esta ruta va por ti, Loli, que eres grande.
