Solo se vive una vez y cada una de nuestras vidas nos pertenece o al menos, intentamos ser dueños de nuestros actos. Somos el resultado de lo aprendido más algo que nos hace únicos. Algunos tienen la suerte de seguir el camino que les muestran, otros nos dedicamos a trazar nuestro camino. Unos días descubrimos lugares y rincones, otros días nos perdemos, algunas ocasiones debemos volver sobre nuestros pasos y alguna vez, lo hemos pasado bastante, pero bastante mal. Lo que hemos aprendido es que con el tiempo, hasta los peores recuerdos se visten con las mejores galas.
Dejo de filosofar y comienzo con la historia del día que se pudo llegar a los 318 kilómetros, ese día que llegó después de cincuenta y un años y un puñado de otros tantos días.
28 KILÓMETROS y 14 años. Era la distancia de ida y vuelta desde Albacete al Salobral. Teníamos en casa una bicicleta de carretera sencilla, de acero, de la marca Torrot y salía por la tarde. Recuerdo que todos queríamos ser Perico Delgado y eso que todavía no había ganado ningún Tour. Los cambios de la bicicleta eran manuales y se debían ajustar a oído, recuerdo llevar mis zapatillas de deporte que sujetaba a los pedales con unas cintas de cuero. En el Salobral había una fuente junto a la carretera donde llenabamos de agua el bidón y volvíamos a casa.
60 KILÓMETROS. 16 años. A lo lejos del Salobral se veía el castillo de las Peñas de San Pedro que más que un castillo era una montaña de esas cuadradas, como el Cid frente a Elda. Llegar hasta allí era mi objetivo. Ese día llegó tras un plazo fijo de mis padres en el banco de Valencia en el que les dieron una bicicleta de acero de la marca Orbea. El primer día que la pude coger, marché a las Peñas de San Pedro con vaqueros largos y zapatillas de deporte que era lo que siempre calzaba. Fui capaz de ir y volver en la misma mañana. Nunca olvidaré la sensación de sudor y pegajosidad de los pantalones vaqueros.
90 KILÓMETROS. 16 años. El reto era ir a Balazote, luego a las Peñas de San Pedro y terminar en Albacete. Pedaleando y sin parar, pude llegar hasta el Salobral tras unos ochenta y pico kilómetros. Cuando quise subir a la bicicleta me dolía el culo y tenía tales dolores en las piernas que no podía subir en la bicicleta. A duras penas llegue hasta Albacete más lento que si hubiese sido andado Además tuve mi primera “pájara”. Llegado al portal de casa, llamé a mi madre para que me bajase un bocadillo de chorizos y una coca cola pues no tenía fuerzas ni para subir las escaleras del portal.
120 KILÓMETROS. 16 años. El reto era llegar hasta Ayna y volver. Fue una mañana en la que tomé la decisión y lo pude hacer. Todo fue bien hasta Ayna y mucho más allá de la vuelta. Recuerdo que a la altura de Alcadozo pasados los noventa kilómetros, me dolían mucho las piernas y tuve que parar numerosas veces hasta que al final pude terminar esa larga mañana de bicicleta. Todavía recuerdo algún racimo de uva que pude comer en una de las muchas paradas que hice.
172 KILÓMETROS. 19 años. Con mi primera bicicleta de montaña, aquel año decidí llegar hasta Granada desde Albacete y la primera etapa no sabía donde terminaría, solo que lo haría hasta cesar la luz, pues pedaleaba de sol a sol sin ayuda de luces o linternas.
La noche anterior tuve problemas de digestión y vomité varias veces pero aún así, al día siguiente y con todo preparado; bicicleta, mochila de hierros, comida, ropa, esterilla, saco de dormir y tienda de campaña, me dispuse a marchar con un bocadillo que mi madre me hizo con tres chorizos y que me comí pasado Alcaraz en mi primera parada. Por la tarde noche, una cortina de agua me hizo parar en el poblado del embalse del Tranco y dormir en la puerta de la iglesia con mi saco de dormir tras hacerme una sopa de sobre y unas salchichas.
279 KILÓMETROS. 40 años. Junto al amigo Fran y Miki, tras meses de preparación nos dispusimos a llegar a Madrid desde Albacete montados en nuestras bicicletas de montaña por caminos. Fue un día intenso, lleno de ilusión y cansancio pero pudimos llegar hasta una gran ciudad que se veía a lo lejos desde lo alto del carril bicicleta de San Martín de la Vega. No solo habíamos hecho una distancia tan larga sino que además, habíamos llegado hasta Madrid.
318 KILÓMETROS. 51 años. Ya había ido y vuelto desde Albacete hasta Riopar en un par de ocasiones, llegando a los 260 kilómetros, pero en esta ocasión y dando una pequeña vuelta, era posible superar los 300 kilómetros y llegar hasta los 318. La cifra se me antojaba posible pero difícil y tras un largo día, llegado a casa lo había conseguido a lomos de mi bicicleta de carretera. Tal y como sucedió la vez que llegué a los 172 kilómetros, tuve problemas digestivos, lo que añadido a un viento lateral que me molestó todo el día, fueron dos problemas con los que tuve que lidiar durante todo el día.
Todo preparado al levantarme a las 05.00 de la madrugada y con unas galletas de canela y un vaso de leche con Nescuik, nos dispusimos a arrancar y pedalear hasta hacer la primera parada en Casas de Lázaro con un café con leche y un donut de chocolate a eso de las 09.00. Vuelta al pedaleo y tras subir Crucetas y luego Crucetillas, bocadillo de embutido variado y coca cola. A las 13.30 parada en el restaurante la Atalaya.. QUE ESTABA CERRADO y sin comer y con un gel de caramelo, parada en Pozo Cañada a eso de las 18.00 horas para una tostada de tomate y un café con leche con lo que finalmente terminaría la ruta.
LO SIGUIENTE. No se que será, creo que será ir a menos poco a poco, pues llegado a este momento de la vida, debo dar gracias a Dios por permitirme llegar hasta donde he querido. Creo que a partir de ahora llegaré hasta donde pueda y debo aceptar la vida que me tocará vivir y disfrutar, pues lo que tengo claro es que terminaré como comencé, con rutas de 28 KILÓMETROS.