En dos ocasiones subiremos al Calar del Mundo por dos de sus varios costados y en dos ocasiones recorreremos el altiplano donde podremos disfrutar de lo que la naturaleza es capaz de hacer a una gigantesca montaña que actúa en modo esponja. Lo hace de tal manera que, además de filtrar el agua, disuelve sus entrañas y se agujerea cual queso, excavando con la tranquilidad de los milenios, interminables corredores.
En la segunda ocasión iremos más arriba de la cueva de los Chorros y por encima de ella tendremos un mirador excepcional desde donde poder ver montañas como el Almenara, el Padrón, la Sarga y a lo lejos, el Yelmo como puerta de entrada a Cazorla. También aprovecharemos lo excepcional de las vistas para almorzar nuestros buenos bocadillos mientras hablamos de esto y lo otro y disfrutamos de un paisaje único.
Es una ruta tranquila, de esas que te sirven para recordar que por muy lejos que vayas a buscar, al final, en casa tienes lo que deseas.
A todo ello, de vez en cuando alguna fuente que otra con la que poder reponer agua y no quedarnos secos pues en esta época está impresionante y el calor no castiga en demasía.
A mitad de camino encontramos a un viajero holandés con el que hablamos de esto y de lo otro y pasamos un buen rato. Curiosa su bicicleta y su aventura que termina en Málaga, cruzando Cazorla, con un avión de regreso a casa y a su trabajo en un supermercado.
Para terminar, nos espera un buen menú en los Bronces con el que poder rematar un gran día de bicicleta y de naturaleza.
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