Y claro, el que suscribe lo echas al monte y muere de frío, inanición o devorado por los perros hambrientos. Pero junto a buena gente de la zona que nos ofrecen sus rincones de los montes de alrededores, podemos ir encontrando cual tesoro descubramos, pequeños guizcanos que van llenando nuestra cesta mientras ellos lo hacen con tres o cuatro de palmo y medio. Todo ello a pesar de que el conocedor y guía guardaba reservas de buscar por la tarde tras haber pasado aluviones de buscadores a lo largo del día (aunque su experiencia fue un grado).
Al final, al calor del fuego, departiendo lo bueno de la gran jornada y regalados por los anfitriones con las mejores piezas de la jornada a los que agradezco tan buenos momentos.
Como bien sabeis, fotos de familia y palabras de mis hijos no comento, pero quien más disfrutó sin duda, fue un pequeño gran hombre sentado entre todos los mayores que con navaja en mano logró encontrar su primer guizcano seguido de una gran tarde por el pueblo.
1 comentario:
¡Que buena pinta tienen esos rebollones! ¿Vas a poner el track de la ruta para llegar al sitio para recogerlos? Saludos y buen provecho.
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