La vida es un bucle y por tramos. Como decía Julio Iglesias,
nacemos llorando y llorando nos marchamos. Echamos los dientes y lloramos y
cuando los perdemos, pues también lloramos, por lo visto lo mismo pasa en
ocasiones con el pipí y otras cosas varias.
Pues lo mismo ocurre con el deporte, llegados a la
cuarentena y nada tiene que ver con virus, bacterias o abstinencias sexuales
post parto, es el momento de volver a nuestra adolescencia cuando todo lo
podíamos. Ahora con precaución podemos hacer deporte con tranquilidad y llegar
incluso más lejos de donde lo hacíamos con veinte años. Pero claro, todo esto
tiene su tiempo y condiciones y por lo visto la cosa consiste en tener mucha
cabeza, corazón y piernas y todo ello bien cocinado… tira millas.
Pues nada, que si ayer cayeron ocho kilómetros a buen ritmo,
hoy he soltado las piernas con doce kilómetros a trote cochinero o lechonero
según versiones y entre encinares y vacas, con alguna senda y con las montañas
al fondo, se ha podido hacer.
Mañana, pues otra ruta a la carrera por un sitio por el que
pasé con la bicicleta y disfruté con dos largas sendas que a bien seguro
también lo haré con las zapatillas pues quien me conoce sabe que en las sendas
cambio, me transmuto, me vuelvo loco y claro… al terminar la senda trote
cochinero, casi tipo walking dead a la espera de la recarga de pilas y… a la
carga.
Lo dicho, un recorrido muy bueno y entretenido con el que
poder disfrutar de las tierras abulenses que ofrecen mucho y piden poco.
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