Y claro, me puse a buscar en el cajón de rutas un lugar donde nunca llueve por mucho que las nubes se empeñen, un sitio donde poder hacer sendas en la montaña y junto al mar, donde subir a lo alto de una montaña de 100 metros de altura, todo es relativo... y poder descubrir uno de nuestros más bellos Cabos del Mediterráneo.
Los compañeros de ruta son de aquellos que puedes llevar al fin del mundo y claro, si además de ciclistas aguerridos son amigos, al fin del mundo nos dirigimos, donde mas que pedales son remos lo que debemos dar.
La ruta es ya conocida por el que suscribe y repetida sin cansancio ni monotonía, más aún cuando puedes ver como tus compañeros vuelven a disfrutar un día más de la bicicleta de montaña. Recomendable al 200% para propios y extraños a un ritmo alegre que ha dado lugar a bajar el tiempo total invertido en casi una hora a mis mejores promedios.
Fran, tirando del carro, Alfonso cual gorrino en su barrizal y el que suscribe, detrás de ellos esperando los múltiples lugares y tramos donde poder disfrutar de los neófitos en en lugar.
Sin dudarlo, se trata de una magnífica ruta con la que poder descubrir nuevos caminos y sendas para llegar a una gran ciudad sin necesidad de tomar carretera alguna. Un trazado en el que poder pedalear hacia arriba y abajo traccionando sobre roca sin más miedo que la costalada. Un ejemplo de rincones junto autovías en los que poder disfrutar y practicar con la bicicleta y tomar técnica a raudales.
Os dejo fotografías hasta la saciedad en las que poder apreciar lo grande que puede ser la bicicleta para un hombre de secano.