Más allá de Chinchilla existe tierra, los caminos siguen e incluso me han dicho que todavía quedan personas. A lo lejos, tras el castillo, se pueden ver pueblos que todavía guardan personas. Los árboles crecen y las cosechas se tiñen de verde con la llegada de la primavera.
Desde lo alto del castillo se observa el impresionante macizo rocoso de las Peñas de San Pedro donde algunos hogares lanzan humo desde sus chimeneas de las que destaca la del amigo Fran, que a bien seguro haya quemado varios camiones articulados de leña. Incluso cuentan que en las Peñas llegan las carreteras y que algún despistado ha parado a tomar café pudiendo descubrir que la gente de los pueblos come, respira y duerme como la que vive en ciudades, grandes y pequeñas.
Entre las Peñas y Albacete, tras los muros del antiguo Pryca, existe un barrio de galos rebeldes que poco a poco son conquistados por albaceteños con ilusiones y escaso poder adquisitivo. Es un lugar que a bien seguro queda lejos del centro de la capitaleja a casi tres kilómetros, vayas a pie o en coche, da igual.
El centro de Albacete, esta mañana, lunes casi primaveral, estaba movido y la gente andaba de aquí para allá, el antiguo paseo de.. perdón, el paseo de la Libertad reunía a varios políticos paniaguados, un constructor de medio pelo muy conocido en Albacete y su señoría que venía de tomar un café con tostada y tomate en el Milán.
Las puertas de los Juzgados estaban llenas de gente normal; policías, ladrones, chorizos, abogados, víctimas y vigilantes de seguridad privada.
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