En los Murcias te tomas el café a las 15.15 y le dices que a las 21.15, es decir, seis horas despues allí volverás deseoso de tu jarra helada de cerveza con limón. El camarero y regente sabe que volverás y que te tomarás esa jarra, como de costumbre.
Comienzas con la ruta tal y como estaba prevista, 100 kilómetros y 1600 metros de desnivel, hace calor pero es soportable, las sendas van cayendo al tiempo que la tarde y el tiempo que discurre casi corriendo.... cuando te quieres dar cuenta el sol comienza a esconderse tras el bocadillo de mochila en la Recueja en el merendero del río junto al camarero y los cuatro jubilados con achaques y sin achaques.
Entonces aprietas el paso, no por miedo a la oscuridad sino por llegar con luz que la linterna la llevas en la mochila y por eso no hay problema. Recortas sendas y comienzas a llegar, te llaman del trabajo y tienes que parar y organizar unas cosas, te llaman de casa que la sobrina le han tenido que dar puntos, te llaman para un favor y te llaman de Orange, como no va el inhalambrico para llamadas tengo que parar las cuatro veces, en fin...
Y la cosa termina con agua fresca subiendo al pueblo en esa fuentecilla tan agradecida y seis horas despues en el los Murcias. En cuanto me ve llegar mi amigo va al congelador y como si fuese algo normal, extrae la jarra helada y la llena de cerveza con limón que en un par de tientos desaparace dejando espuma y escarcha. Lugareños adosados a la barra cerveza en mano cual Playmobil te observan con inquieta indiferencia.
Ahora vuelves a casa... no... a por lechugas al huerto que recien cogidas con aceite, vinagre, sal y miel son un bocado exquisito que alimenta y repone. De postre sandía que se agradece.
HOY HA SIDO UNA GRAN TARDE DE BICICLETA.
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