Un gran amigo mío llamado Victorio, nos deja una crónica en bicicleta durante su estancia en Canada. Gracias Victorio por tu aportación.
Como prometí Alejandro, te envío la tentativa de ruta que planeé junto con mi chica con mucha ilusión, y con la que nos dimos cuenta que, como todo en esta vida, para la bici hay que estar preparado.
En esta ruta os saco un poco del enclave en el cual se centra el blog. Os llevo hasta Canadá, más concretamente a Salt Spring, una de las pequeñas islas que forman el Gulf Island o las Islas del Golfo en el estrecho de Georgia.
Bueno después de esta pequeña lección de geografía, divagaré un poco para explicar esta ruta y los fallos que tenía desde su inicio.
Antes de todo, decir que la bicicleta formaba una parte importante de nuestras vidas en Canadá. Era el mejor medio de trasporte por el que podías optar y debido a la zona en la que residía y la facilidad de trasportar la bicicleta en autobús y tren, lo hacía ideal para llevarla allí donde quisieras. Así que el hecho de planear una ruta en bici mas allá de las avenidas anchas la universidad de Vancouver, sus parques y paseos junto a las playas; era algo lógico y al alcance de nuestra mano ser un poco más ambiciosos y marcarnos una ruta a lo largo de una isla cercana. O eso creímos.
Era habitual ver en el ferry gente en bicicleta, independientemente del destino. Era una estampa cotidiana que se abrieran las puertas del ferry y salieran mas de cien personas montadas en bicicleta. Así que elegimos una isla que aún no habríamos visitado, buscamos por Google puntos de interés y algunas rutas o “trails” y usamos Google Maps para ver la distancia entre esas rutas, elegimos un camping donde pasar la noche que estuviera bien situado de todos los puntos que queríamos ver. Hasta ahí suena bien organizado. Pero no. No se nos ocurrió mirar las pendientes del camino, como estaba el terreno, por donde nos moveríamos, y lo más importante “nuestro equipo”. Llevábamos dos bicicletas bastante precarias, ropa de domingueros, y lo peor; dos pedazos de mochilas cargadas a la espalda con una tienda de campaña, dos colchones, sacos, una barbacoa,…
La primera etapa era sencilla, (al menos en la teoría) unos 18 kilómetros del ferry al camping, allí desharíamos las mochilas y podríamos estar listos para una ruta de verdad.
Que inocentes y cándidos fuimos. 14 kilómetros cuesta arriba con una inclinación que yo no había visto en mi vida y cargados como dos burros de molino. Por fortuna Ganges, un pequeño y bonito pueblo se encontraba a 9 Km. del ferry y pudimos recuperar las fuerzas, con la escusa de poderlo ver y de que había un mercado de verano dejamos un poco de lado la ruta. Pero no la abandonamos para nada. Una vez recuperadas las fuerzas fuimos al camping y esta vez fue un camino de rosas, todo bajada por el andén de la carretera, nuestras pretensiones se hicieron de nuevo posibles, había sido el principio un poco duro, pero no nos desanimaríamos tan fácilmente.
La visita al Tourist point contribuyo a que nuestros ánimos mejoraran. La encargada de dar información, una viejecita muy agradable, nos aconsejó acerca de algunas rutas y nos dijo que lo que pretendíamos hacer era posible, orientándonos en cuanto al tiempo que podríamos tardar y el mejor camino. Esa mujer no echó un vistazo a nuestras bicis, tampoco a nuestra forma física, pero los tiempos que nos habían dicho para cada etapa eran para nosotros algo más que irrealizables. Lo peor de todo es que no tardamos en darnos cuenta, pero no podíamos echar la tolla. Las cuestas eran excesivamente pronunciadas, las horas se multiplicaban de forma alarmante. Mi bicicleta sufrió serios daños, el plástico del pedal se rompió, y (por fortuna a la vuelta, ya en casa) el buje se partió y no me maté de milagro.
Así que lo que empezó como una jornada de 80 o 90 km se convirtió en menos de la mitad. Y el día siguiente optamos por quedarnos por la zona y no aventurarnos mucho.
Pero con todo, merece la pena; es un lugar con centenares de rutas diversas, lleno de subidas y bajadas (bastante malo para el ciclista amateur) diversas posibilidades de compaginar carretera con caminos, y sobre todo vistas espectaculares de lagos, mar y de la fauna local.
Detallando un poco más la ruta, la primera etapa consistía en una subida desde el ferry hasta el pueblo de Ganges por un camino paralelo a la carretera ya que esta no tenía arcén y una muy mala visibilidad para los coches, y una bajada hasta la zona de camping ya por carretera. La segunda etapa fue vuelta al pueblo por una ruta interior rodeada de árboles milenarios y subida hasta un lago espectacular por caminos de tierra que en varios momentos tuvimos que hacer a pie. Vuelta al pueblo de Ganges por la costa y terminamos en el puerto, finalmente, lo que debía ser un almuerzo se convirtió en una merienda cena.
Con todo, fue una gozada, hasta para ir sin preparación ni experiencia. A veces fantaseo como lo hubiera pasado si hubiera estado bien preparado.
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