sábado, 5 de mayo de 2018

E CHINCHILLA. ELECTROKEDADA DE MAYO DEL 2018

Cuentan los más viejos del lugar no haber visto nada igual, parecido o similar.
Conforme la luz inundaba todos los rincones del pueblo de Chinchilla de Montearagón fueron llegando del Levante español al borde de la tierra castellana. A bordo de coches, furgonetas y furgonetillas que les llevaban a ellos y a sus monturas.
Si bien lo normal es ir por estas fechas a la costa, a Valencia, Murcia o Alicante, ellos, tanto propios como extraños se embarcaron rumbo a lo conocido algunos y otros a lo desconocido.
Una docena de personas, de individuos, de ciclistas, bikers como ahora dicen y tantas otras cosas. Vestidos de llamativos colores y con atuendos de auténticos gladiadores dispuestos a recibir cualquier golpe me saludaron e incluso se saludaron y presentaron entre ellos... si es que nunca nos habíamos juntado todos y cada uno ibamos por un lado y la señora Coincidencia nos reunió.
Pues eso, que primero fuimos de turismo por el casco histórico aprovechando el aseo de los lugareños y mientras se disponían a salir de sus casas terminábamos nuestro periplo para dar comienzo al siguiente tramo de sendas previo almuerzo.
Como si el tiempo fuese a la velocidad del sonido se hacía la hora del almuerzo y nuevamente los doce dispusimos dar cuenta de pancetas, papadas, tortillas y chusmarros con el correspondiente cremaet (carajillo quemado). Había olvidado con eso del cremaet que la sierra procomunal de Chinchilla ha tenido marcado acento valenciano, con el idioma del caballero Tirant lo Blanch y es por ello que la tierra volvía a sus orígenes cuando el Marqués de Villena dominaba tierras hasta el castillo de Alarcón. Valenciano por los cuatro costados y por deferencia castellano para el que suscribe, educación y señorío para el afitrión que era uno más de la grupeta.
Tras el almuerzo y con velocidad para no juntar la digestión con la comida, pedaleo y sendeo al canto por acá y por allá, arriba y abajo, sufriendo y disfrutando y finalmente, dos horas más allá del Angelús nos llevarían a finalizar nuestro fugaz encuentro.
Comida, bebida, chascarrillos, risas, bicicletas, familia, hijos, señoras, primer plato, segundo, más cerveza, postres y cafés, que bien nos lo hemos pasado, nos vemos en la siguiente, apretón de manos, despedidas y a casa, con los que más nos quieren y a esperar la siguiente.
Sin lugar a dudas, hoy ha sido UN GRAN DÍA DE BICICLETA... ELÉCTRICA.














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