Diferente porque Enrique y yo hemos intentado coronar el Puig Campana y no lo hemos logrado por muy poco. Entonces, el objetivo de la ruta no ha sido posible cumplirlo.... ¿o tal vez no?
Y es que Enrique ha esperado el día de la salida y de la ruta y ha sido capaz de darse el madrugón del siglo para que hiciesemos la ruta juntos.
Ha subido hasta donde se ha podido, sin quejarse, sin hacer paradas interminables, cogiendo aire poco a poco y disfrutando del paisaje, descubriendo nuevos lugares.
Además hemos tenido buena conversación, hablando de esto y de aquello, haciendo que la dureza de la ruta se quedase en pura anécdota.
Viendo lo que podía ser y evitando un desastre que nunca llegaría, hemos sido capaces de efectuar una retirada a tiempo que como bien dice el dicho, es una victoria.
Y hemos parado para el almuerzo y dar cuenta de unos bocadillos, unos zumos, las botellas de agua y que no faltase de nada para poder estar en condiciones.
Además y con aquellos con los que nos cruzábamos y preguntaban y querían consejo, no les faltaba nuestras recomendaciones sobre sendas y trayectos.
Y de esta manera hemos pasado una gran mañana de senderismo con un aire fresquito, un cielo tapado de nubes que evitaría la solanera y buena hora para llegar a casa y continuar el día con la familia.
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