Y si la cosa se tratase de comer y beber no sería malo, pero como quiera que era un día cualquiera de celebración por todo, pues entre bocado y bocado, un tema de conversación y otro, algo que no sabíamos y otra cosa que descubrimos. Vamos, que un almuerzo en condiciones de esos donde Einstein diría que el tiempo es relativo y que en este caso, como quiera que estás a gusto, al tiempo que no pasa, vuela.
Olvidé decir que íbamos vestidos de ciclistas y las bicicletas estaban aparcadas fuera, porque fuimos a Chinchilla y subimos al castillo y dimos una vuelteceja por el pueblo.
Como quiera que la vuelta no era cosa de complicar el estado de bienestar que poseíamos, se dispuso un buen paseo por el Pozo de la Peña y tras ello, enfocar Albacete por el camino que junto a la carretera de Murcia discurre por la cantero del Cerro del Buitre.
El aire nos espera a la vuelta y conforme arreciaba, nosotros dale que dale, pues los hermanos Eugenio y Eladio se caracterizan por no amilanarse, no ceder, no rendirse y con esa tranquilidad que inspiran, pedaleando contra el aire y lo que fuese necesario, llegaríamos hasta la casi noble y poco conocida ciudad de Albacete.
Con la mañana por delante y todo un día para hacer grandes cosas o no hacer nada, todo depende de muchas variables, nos despediríamos con la intención de intentar volver a pedalear el próximo jueves.
Y es que donde hay grandes personas, da igual que el tiempo pase, siempre están e incluso, mejoran con el tiempo si cabe.
La bicicleta no es un deporte, es un estilo de vida.
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