Será que me vuelvo más cómodo, será que me hago mayor, será que ya tengo experiencia y por ello, tras muchas historias que contar, continúo rodando por asfalto y disfrutando de la nieve sin pisar barro, sin sufrir, sin temperaturas bajo cero y acumulando kilómetros en un mes de enero inusual.
No olvidemos que estamos en Albacete, ese lugar mágico que reúne lo peor de Siberia y del desierto de Atacama, donde tan solo tenemos tres estaciones y una Feria de la que presumir.
Por ello, y a la espera de la reencarnación y hacerlo en millonario con casa junto a las playas de Honolulu, seguiré mi vida y haciendo lo que pueda por disfrutar de esas carreteras interminables que terminan, de ese viento que te quita los malos pensamientos y ese frío que te recuerda lo vulnerable del ser humano.
A pesar de ello, a veces como estos días, tras la nevada, se sale con tranquilidad tras la comida y bajo un sol que adorna y no calienta lo que nos gustaría, avanzamos tranquilamente a buen ritmo por carreteras tranquilas de fin de semana en las que no hay comerciales ni furgonetas de distribución, tan solo algún lugareño que va de aquí a allá.
El amigo Carlos está fuerte y se le nota, está en su medio y con la de carretera me cuesta seguirle, a pesar de ello se adapta a mi ritmo y con un par de paradas en Chinchilla para el café y otra más para las fotos de la nieve, terminamos a buena hora.
Otra más y quedan muchas, muchas más con las que poder seguir disfrutando del deporte con ánimo, ilusión y buena compañía.
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