INTRODUCCIÓN.
El
funcionamiento de las redes sociales es curioso y en ocasiones me recuerda a mi
niñez. Si querías ser amigo de alguien o alguien quería ser tu amigo, te acercabas al niño en cuestión y de modo tan directo como sencillo le preguntabas aquello de “¿Quieres ser mi amigo?, o ¿Quieres jugar
conmigo? “ y todo resuelto, ya tenías amigo o amigos para jugar. Tener en cuenta que para los extrovertidos también existía la posibilidad de poder unirse al grupo con aquello de "¿Me dejáis jugar? ". Aviso a navegantes, que del mismo modo que era tan
fácil hacer amigos, también dejábamos de serlo con fórmulas similares como “¡Ya
no eres mi amigo! O ¡Ya no quiero jugar contigo!.
Digo lo anterior, porque animado por un amigo de
Facebook, un amigo que conoces porque le dices que si quiere ser tu amigo o si
tú quieres ser su amigo, me dispongo a escribir lo que a continuación os dejo. Hacer mención a mi amigo que se dice llamar y ser Pedro Luis Rodríguez Díaz y se convierte en el
detonante de todo esto ya que me ha animado a sentarme a escribir y contar una historia que al tiempo que relataba me hacía sentir bien por tan gratos y buenos recuerdos.
De casi todos los que me conocen, saben que la
bicicleta es una afición que se ha convertido casi en un modo de vida, una manera de
disfrutar de parte del tiempo libre haciendo deporte rodeado de naturaleza, lugares interesantes y en ocasiones, de buenos amigos.
Cada
vez que termino una ruta en bicicleta, al finalizarla suelo descargar el recorrido del GPS que llevo colocado en el manillar, y tras
editarlo junto a las fotografías que suelo hacer en los lugares y momentos que mas me gustan, termino subiendo todo el material a Internet para compartir la experiencia con otras personas para que puedan disfrutar tanto o más que yo pudiendo hacer la misma ruta o simplemente, leyendo lo que me pudo ocurrir y viendo las fotografías que pude hacer. Pero
bueno, en esta ocasión intentaré algo más que "subir" una ruta, y será ESCRIBIR, de modo que espero que sea del
agrado de quien se disponga a su lectura.
ESCRIBIR.
A estas alturas de la
vida, puedo afirmar que nunca he escrito un libro para ofrecerlo a su lectura. Tan solo puedo decir en mi defensa que en la estantería de la habitación de estudio duerme una Tesis Doctoral a la
espera de ser leída por alguien más que el presidente y los mientras del
Tribunal a los que guardo en tanta estima. No nos engañemos, al tiempo que redactaba mi Tesis me di cuenta gracias a las recomendaciones de mis directores, que tenía y debía aprender a escribir mejor de lo que yo pensaba que lo venía haciendo.
Escribir es algo que he venido haciendo desde siempre. Escribo a mi aire, a mi gusto y
agrado, casi sin pensar lo que surge en mi cabeza y transmiten mis dedos, aunque puedo confesar que en días y momentos previos organizo pensamientos. Siempre he pensado que escribir es parte de un proceso que comienza con la lectura, teniendo al
pensamiento como intermediario. No es posible compartimentar los tres elementos
puesto que en este momento, al tiempo que escribo, pienso u leo lo redactado, de tal manera que algún párrafo que
otro suprimo y vuelvo a elaborar nuevamente, sabido es que tan importante es la expresión como la corrección.
Siempre
he buscado transmitir el concepto, la idea, la vivencia todo lo más fielmente
posible a como sucedió. Quiero que las personas que me escuchen o lean, sean
capaces de comprender todo lo que yo quería expresar con mi boca o transmitir con mi escritura. Hacer estas cosas con un
pensamiento puede ser sencillo según el grado de complicación del mismo, con una idea también, con un suceso o episodio
puede resultar algo más complicado, pero hacerlo con todo un día de bicicleta y lo
que ello puede comportar, es mucho más difícil, posiblemente sea por eso por lo que nunca
me he aventurado a intentarlo como ahora estoy haciendo. No solo se debe
relatar los lugares por donde pasé, lo que mis ojos vieron, lo que mi mente
pudo pensar en cada momento, aquellas cosas que me llamaron la atención, las
personas con las que hable, aquellas que me aconsejaron, lo que comí o bebí y
vete tú a saber cuántas cosas que ni recuerdo o recuerdo y desconozco en este
momento que vaya a escribir.
LA MEMORIA.
Relatar lo que ocurrió aquel día de septiembre del año 2018 ya
pertenece al pasado y la memoria del ser humano, en concreto la mía, es algo
lastimosa y traicionera. Cierto es que no poseo memoria fotográfica y todas aquellas cosas
que no se fijaron en el recuerdo correctamente, han sido borradas por el olvido
o al menos eso es lo que pienso. También he de reconocer que con otras vivencias sucede el fenómeno de la cristalización que tanto poeta recordaba con el amor.
Hay
algo que siempre me ha llamado la atención y de ello ya dio cuenta el poeta que posiblemente sea Machado pero no acierto en nombre, y
es que con el tiempo, cualquier recuerdo se dulcifica e incluso, cualquier
pasado llega a parecer mejor. Por todo ello ya que nos estamos sincerando, te diré que
una ruta de estas como la que va de Albacete a Toledo es dura, bastante dura y hay veces que se pasa mal, bastante
mal, pero una vez llegas a casa, dejas todo recogido y tras ducharte te vas a la cama y pasan los días, lo cuentas como si de una
aventura, una gesta o incluso una hazaña se tratase. Atrás y casi en el olvido queda el dolor y el sufrimiento, las piernas doloridas, en el cuello quemado por el sol o el olvido o incluso las ganas de llegar y terminar la ruta.
PLACER O DOLOR.
No nos vamos a
engañar, no soy persona de carreras o competiciones, recuerdo un tiempo de la
juventud en el que me gustaba ser el mejor, ganar o llegar primero. Desconozco los motivos aunque si pensase un poco podría intentar encontrarlos, pero por algún motivo de la vida, poco a poco aprendí a
perder, a ayudar a ganar a otros y a disfrutar lo que nunca disfruté. A pesar
de todo ello, hay cosas que nunca se pierden, que vienen de serie en nuestra forma de ser. Seguro estoy que hay una
persona con la que me encanta competir y esa persona soy yo mismo, esa persona a la que de vez en cuando le pregunto si puede hacerlo o no.
Hacer
una ruta como ésta, aunque sea con una bicicleta eléctrica (de ello daré
cumplida cuenta y detalle), es algo que cansa y bastante, pero debemos recordar que el
principal problema de la resistencia no es el inicio sino el final de los
recorridos. Es decir, si la ruta son doscientos cincuenta y cinco kilómetros,
los primeros doscientos kilómetros no son un problema, el problema son los
últimos cincuenta y cinco kilómetros. Recuerdo una vez que hice una media maratón, la única de mi vida que eran 21 kilómetros. El problema era el ritmo pues mayores distancias había recorrido a mi aire y recuerdo los últimos kilómetros donde se juntaron todos los problemas del mundo para terminar los últimos dos kilómetros con una sonrisa en la boca, sabedor que llegaría hasta el final.
Porque
comienzas la ruta fresco, descansado, aunque no pletórico pues levantarse a las
cinco de la madrugada y haber dormido unas cinco horas no es descanso adecuado
para afrontar un día así. Lo suyo es acostarse antes pero es que no tienes
sueño porque no sueles acostarte antes y ello unido a los nervios, no es algo
que relaje bastante.
Que
sí, que llevo toda la vida haciendo bicicleta, pero no sigo plan de
entrenamiento alguno, no miro mis pulsaciones ni me cuido en la comida para
buscar mi peso ideal, tampoco es que me ponga como el tío Tenazas. Recuerdo hace unos veintiocho años que marché a Cazorla
desde Albacete y la noche anterior estaba malísimo y tuve que vomitar un par de veces. En
casa me decían que no saliese al día siguiente con la bicicleta. Pues al día
siguiente, recuerdo almorzar pasado Alcaraz un bocadillo que llevaba en la
mochila con tres chorizos de esos que nunca olvidas. Ese día terminaría en las casas del poblado los trabajadores del embalse del Tranco al inicio del parque natural de Cazorla durmiendo en la puerta de su iglesia en mitad de una copiosa lluvia.
Y
es que días como este, comienzas con placer y ganas de hacer la ruta y terminas con dolor y
ganas de terminar la ruta. Esta afirmación es modelable según las rutas y
circunstancias, en mi caso no fue tan malo y finalicé contento y sin dolores
reseñables. Cierto es que el culo como muchos dicen, hace años que no me duele
nada, pero la espalda o el cuello, las muñecas y a veces las piernas, molestan
y llegan a doler y dar algún aviso en forma de pinchazos amenazadores, pero lo mismo que aparecen, desparecen. En ocasiones y como si de una orquesta de dolores fuese, recuerdo dolores generalizados con alma incluida,
pero lo que no haces es dejar de pedalear. Todo pasa, los buenos y los malos momentos.
EL TIEMPO.
Acabo de echar mano a la
muletilla de los datos de la ruta y según obran, se puede observar que el tiempo total invertido
fueron once horas y nueve minutos un día
veintiséis de septiembre con un total de doscientos cincuenta y cinco
kilómetros con novecientos ochenta metros. El desnivel acumulado en subida sería de mil metros y otro tanto en bajada de mil doscientos dos metros, por lo tanto saldría ventajoso unos doscientos metros. ¿Tú crees que todos
estos datos son ciertos porque los diga una maquina?, pues te diré que no y te lo voy a explicar a
continuación:
El
tiempo total que tardé en realizar el recorrido no fue todo un día pedaleando
pues once horas en septiembre es casi todo el día solar ya que la mañana
comienza tarde y la tarde llega temprana. Pero vamos a ser un poco más claros,
es posible pedalear con la oscuridad gracias a la luz de un foco con el que en
la madrugada comencé a pedalear horas antes de que el sol quisiera asomar por
el horizonte, por cierto, grato momento de este tipo de rutas. Esas horas iniciales son fundamentales
debido a que no puede ni debe hacer demasiado frío y el ritmo o velocidad media suele ser algo
elevado a la media, algo que me anima y motiva, siempre respetando al glorioso cuerpo que todavía desea y piensa seguir en la cama.
En
el tiempo total invertido se incluyen las paradas que fui realizando para hacer
alguna fotografía, comer una pieza de fruta, un par de chocolatinas, tomar un
café en un bar de algún pueblo o comerme el bocadillo que llevaba en la mochila
más alguna incidencia que pudiese surgir y no recuerdo en este momento. Aunque no lo parezca, no recuerdo muchos momentos debido al alto grado de concentración que se debe llevar todo el recorrido, es tan fundamental una cabeza amueblada como buenas piernas. Recuerdo una ruta camino de Valencia yo solo en la que llegado a los 180 kilómetros y con las piernas en condiciones, tuve que abandonar porque no me veía en condiciones.
Pero
siendo más claro si es posible, el tiempo total invertido en la ruta no fue de
un día, fue de varios meses desde que un buen día se te ocurre ir desde
Albacete hasta Toledo y por fin, subes a la bicicleta dispuesto a cumplir un
sueño. Fueron varias las rutas que pude trazar en los mapas basándome en el
Camino de Santiago que pasa por Albacete y Toledo, los lugares que pensé donde
poder parar a rellenar agua, tomar un bocado o visitar algún monumento que allí
estuviese. Muchas veces me resulta curioso cuando algún compañero de ruta me pregunta en recorridos donde nunca he estado, y es que casi como de un ejercicio de memoria se tratase, lo llevo todo en la cabeza. Por lo tanto, concluir con una verdad universal que dice aquello de que "El tiempo es relativo".
EL RECORRIDO, LOS PUEBLOS Y LOS
LUGARES.
Si con pocas palabras se tuviese que resumir el recorrido, la ruta
comienza de madrugada en Albacete recorriendo sus calles y atravesando el Polígono Industrial de Campollano. Todo en mitad del silencio y de la oscuridad cada vez más patente, sin tráfico más que alguna furgoneta que pasa fugazmente. Cuidado con esto de los vehículos en mitad de la noche pues se debe extremar la precaución, debiendo llevar mucho más cuidado de lo normal.
A
continuación, se toma una pista de tierra que coincide con el tramo del Camino de
Santiago que proviene de la Vereda de Santa Cruz y desde Chinchilla de Montearagón. Es cuando comienza la ruta con la
autovía a mano izquierda. Se llegará y cruzarán pueblos
como la Gineta, la Roda, Minaya, Casas de los Pinos, San Clemente, el Castillo
de Santiago de la Torre, las Pedroñeras, el Pedernoso, Santa Maria de los
Llanos, Mota del Cuervo, el Toboso, Quintanar de la Orden, la Puebla de
Almoradiel, la Villa de Don Fadrique, Villacañas, Tembleque, Mora, Almonacid de
Toledo, Nambroca, Burquillos de Toledo, la Zarzuela, Cobisa, los Cigarrales y
por fin, Toledo.
Demasiados
pueblos para un solo día, aunque para ser gran parte de la Mancha tampoco es moco de pavo. Pero vamos a ser sinceros, por diversas circunstancias que no vienen al caso, no soy persona
que haga de sus rutas un viaje de varios días, con un amanecer y un ocaso debo tener por suficiente. Aquel tiempo de bicicleta y mochila (ahora dicen alforjas) ya pasó y ahí queda. Fueron días enteros pedaleando sin horario ni calendario camino de la Sierra del Agua,
de Granada o Tarifa. Días que son parte de mi vida pasada y con un recuerdo casi imborrable.
Yo tenía suficiente con pasar por el Castillo de Santiago de la Torre, descansar un poco en
Santa María de los Llanos, hacerme una fotografía en el Toboso con Dulcinea y mi ídolo
Alonso Quijano el Bueno. El resto era camino y como dijo el poeta que antes mencioné, "... Se hace camino al andar".
Además, pude
dar cuenta de mi bocadillo que a mis lomos llevé bastantes kilómetros. Lo hice en la terraza de un bar de Villacañas acompañándole de una cerveza fresca y tapa y café.
Allí conversaría con un hombre que pasaba y me preguntó por la bicicleta, con un amigo suyo que era Policía
Local y que también practicaba bicicleta.
Una vez reanudé la marcha, pedaleando con mi soledad, la radio, la música y la tranquilidad de los caminos, pude hacer parada en el pueblo de Mora, donde conversaría nuevamente con una mujer de un supermercado. Como quiera que ya no era posible buscar fuentes donde rellenar el
agua de mi bidón, busque un lugar donde comprar una botella de agua fría y mientras la bebía y
le contaba lo que llevaba recorrido. Sin conocernos de nada, hablábamos de su pareja que
ya no podía salir en bicicleta, de los niños y de la vida. Son de esos días y de esas cosas que no te suelen suceder a menudo.
Y volví a pedalear, de este modo llegaría y pasaría la zona de los Cigarrales para asomarme al balcón del Tajo y ver Toledo desde lo
alto de la otra orilla. Desde allí recogería mi triunfo y conseguiría llegar
para subir y bajar por las callejuelas de Toledo, el Alcazar, la Catedral y la
plaza de Zocodover. Bajaría hasta el río y para recorrer los estrechos paseos que hace años hicieron tenía ganas de disfrutar.
LA NATURALEZA, LOS PAISAJES.
A los
que somos de la Mancha y a los que no lo fueseis, sabemos que son terrenos
interminables donde la línea recta es dueña de caminos y horizontes. Por estas
fechas, la tierra se ha quemado con los calores del verano y con alguna lluvia
otoñal puede ofrecer algún verdor en el campo. La
viña inunda casi todo pletórica de hoja que cubre y esconde racimos completos de uva
pendientes de vendimiar, llenando en interminables hileras el camino. Algún pinar
nos saluda y pasa tan fugaz como nosotros, ofreciendo algo de
sombra y descanso.
Los
últimos kilómetros a Toledo serán entre bosquejos de pinos de media altura y la
parte final, por urbanizaciones y pueblos pegados a carreteras asfaltadas que nos llevan a
bajar el río Tajo. El paisaje por excelencia es el urbano, el de la ciudad que
llaman Imperial con más edificios que los que yo pueda poner nombre. Algo
gratificante en una sonrisa contenida mientras pasan los turistas a los que
dirías que has llegado, que has podido, que lo has conseguido, alegría interior, satisfacción….
LA CLIMATOLOGÍA.
De todos es sabido
que la temperatura, una vez cae por la noche, se mantiene constante hasta
cierta hora en la que, antes de salir el sol, baja un par de grados y el aire hace
acto de presencia removiendo el fresco hasta casi hacerlo frío. En ese momento debes ir abrigado y no en exceso por dos
motivos, primero porque no es bueno sudar y segundo, porque luego es peso que
llevarás en la mochila. Por ello, y como la temperatura para ese día
seria agradable, además del culote de verano, llevaba los manguitos para los
brazos y un chaleco para no pasar frío. Estas prendas pesan poco y luego para guardarlas ocupan poco espacio en la mochila.
A
pesar de lo agradable de la temperatura, el día comenzaría con 10 grados, pero
llegaría a una máxima pasado el mediodía de 30 grados. Esto daría lugar a que
finalmente bebiese un total de 8 bidones de agua que suelen sumar 6 litros. Recordar que el día de antes debemos beber algo más de lo normal y realizando este tipo de rutas, nos debemos hidratar sin tener sed y comer sin tener hambre. Como demos lugar a tener sed y tener hambre, estaremos dando lugar a tener los mismos problemas que cuando calentamos en exceso el motor de nuestro turismo.
Tampoco
lo había comentado hasta el momento, pero estas rutas tan largas las hago el
día que el señor viento dispone (algunos le llaman con nombre propio Eolo). De manera, estuve esperando semanas a que
la dirección de viento fuese la correcta en dirección Toledo. Teniendo como referencia Albacete os diré que es dirección horizontal a mano
izquierda.
De esta manera,
aunque me desvíe un poco a la derecha o a la izquierda, el viento nunca será
perjudicial, más bien mi aliado que bastante tengo con mi soledad de compañera de viaje.
LA SOLEDAD.
Siempre he practicado
deportes en equipo, el fútbol o el baloncesto, pero por mi forma de ser y la
manera que me gusta de hacer deporte, la bicicleta es el medio ideal y no es
necesario llevar compañeros de ruta y en mi caso, mucho menos para rutas de
este tipo.
Siempre
me dicen que no vaya solo, pero dime tú a quien encuentro para que conmigo vaya
hasta Toledo. Hace treinta años decían
que estaba loco cuando viajaba con mi bicicleta por media España, hace doce
años, cuando comencé a hacer rutas de este tipo, decían que no estaba bien.
Menos mal que ahora que tan de moda que la gente se apunte a pruebas multitudinarias de grandes
distancias, ya no es algo inusual y por ello, casi normal.
En
todos estos años, tan solo he podido encontrar un buen y fiel compañero de
rutas, el amigo Fran de las Peñas con el que he podido realizar casi la
totalidad de las rutas de larga distancia y no tanta, pero si de extremada
dureza. En este caso, el amigo Fran le resultaba imposible poder acompañarme
debido a una enfermedad familiar que no le permitía abandonar su domicilio y su
trabajo.
Por todo ello, al pedalear de Albacete a Toledo, se debe llevar la cabeza en su sitio,
libre de problemas y preocupaciones que no sean las de todos los días. Con el
trabajo y la familia en condiciones normales, sin más preocupación ese día que
llegar y los nervios de no poder hacerlo por algún motivo y la incertidumbre en
todo momento, es como se debe comenzar a gestionar la soledad.
Once
horas solo, pensando en cosas que quieres y en cosas que no quieres, en cosas
deseadas y no deseadas. Es el momento en el que la cabeza comienza a dar rienda
suelta a los pensamientos de su parte consciente. El mecánico pedaleo y la
postura corporal es sencilla de mantener haciendo correcciones periódicas para
no llegar al dolor articular. Parece
mentira pero es el momento de ordenar cosas del trabajo o de la familia
mientras miras el GPS y tienes cuidado de no equivocarte de camino en las
bifurcaciones por donde nunca has pasado, o no tomar el tramo adecuado a la hora de saltar o cruzar alguna
carretera nacional o autovía.
La
música se convierte en aliada y con más de cinco mil canciones en mi teléfono,
casi que podría cruzar la Península completa sin dejar de oír música sin que
esta se repitiese. Se debe tener cuidado en los caminos con las personas que
los utilicen o algún coche que venga tras de ti y por ello, es obligación legal y costumbre
pedalear por el lado derecho. De todos modos, la gente de estos lugares es muy respetuosa y
nadie altera la tranquilidad del pedaleo en todo el recorrido con ningún claxon
inadecuado.
En
esta ocasión que marché a Toledo, instalé una aplicación en el teléfono móvil
para escuchar la radio, porque resulta que tanta modernidad en los teléfonos de
ahora que han quitado la radio que venía de serie. Con Onda 0 y Radio Castilla
la Mancha, las noticias, los debates, las curiosidades y las llamadas de los
oyentes o escuchantes como dicen ahora, tuve quien me acompañase.
LA MOCHILA Y LA COMIDA.
A la
espalda llevé mochila, no una mochila especial de bicicleta para largas distancias si existiese, que seguro las venden. Portaba esa mochila que tengo y uso para cualquier cosa que estimo conveniente. No es especial para
bicicleta, pero lo fundamental es que está acolchada en la parte que toca la
espalda y que los tirantes son cómodos para que no se claven en los hombros.
Dentro
de la mochila llevo una batería suplementaria con la que poder recargar el GPS pues su
atonomía no supera las ocho horas. También es posible recargar con la batería el teléfono móvil que con tantas horas
escuchando música es posible que me deje sin batería (suelo decir que "me deje" en vez de "que se quede" por esas ocasiones que pensabamos que teníamos más batería de la que finalmente descubrimos y se "apagó" el teléfono móvil). Además, para poder recargar los dos dispositivos, un
par de cables, no sea que de problemas alguno de ellos como una vez me pudo ocurrir en la zona de Castalla.
De todos es sabido que en
Albacete, el bar LOS CORZOS suele abrir a las 05,00 de la madrugada y como
quiera que se encuentra casi al inicio de la ruta, allí me dirigiría con mi
bicicleta para dar cuenta con la parroquia habitual de un café con leche y un Donut glaseado.
Además,
llevo un bocadillo de jamón con queso y tomate que me hice la noche anterior,
un zumo de piña, me bebería en el camino dos coca colas, otro café con leche y
otro Donut que me regalaría el gentil camarero de la TABERNA DEL AIRE a mi llegada a Toledo a la espera del vehículo de regreso.
En
la mochila portaba en esta ocasión unos calzoncillos, unos calcetines, unos pantalones cortos y
una camiseta para cuando llegase a Toledo me pudiese duchar y poner ropa limpia,
algo que no suelo hacer en las rutas largas, ahora diré el motivo de ello.
BLABLA CAR.
El problema de Toledo
no es ir, es volver porque no hay tren ni autobús que me traiga a mi y a la
bicicleta de modo directo y en condiciones adecuadas. Desgraciadamente, nuestra región
esta comunicada de modo fatal en lo que se refieren las capitales de provincia.
En
caso de volver en tren, tan solo podía hacerlo en Larga Distancia y ello
implicaba tener que desmontar totalmente la bicicleta e introducirla en una
funda, todo un ejercicio de imposibilidad con la bicicleta
eléctrica. Además, la mala comunicación de las capitales manchegas que antes manifesté, implicaba
primero ir de Toledo a Madrid y luego de Madrid hasta Albacete... si es que se
tardaba casi lo mismo en volver en tren que en ir en bicicleta, vaya tela. Del
autobús mejor no digo nada… un día contaré como fue volver desde Algeciras
hasta Albacete en autobús.
De
este modo, estuve pensando como volver y se me ocurrió hacerlo en BLABLA CAR.
Localicé un viaje de vuelta donde un tal Johan con un turismo marca Dacia,
modelo Logan, ofrecía tres plazas para Albacete saliendo desde la zona baja de
la Universidad. Me puse en contacto con él y le reservé dos plazas, le expliqué
el motivo y no tuvo problemas traerme en su vehículo. De esta manera, la vuelta la pude
hacer con Johan, nacional de Colombia, abogado, profesor de Universidad y con
una vida tan intensa como inversamente proporcional a la sensación de tiempo
que tardamos en volver en su coche, con una conversación amena y entretenida.
UNA DUCHA Y ROPA LIMPIA.
Como
quiera que once horas de ejercicio y treinta grados de temperatura máxima dan
lugar a mucho sudor acumulado, al final no es grato que una persona aseada quiera
realizar un trayecto de casi tres horas con alguien lleno de sudor, suciedad y
polvo del camino.
El tío Pablo que es un familiar al
que estimo muchísimo, es alguien que llegado el momento hace lo imposible con
una facilidad pasmosa. A él recurriría días atrás puesto que su vida entera ha sido trabajar
y dirigir hoteles. Le pregunté si era posible que me facilitase el favor de que
algún hotel de Toledo me permitiese a mi llegada la posibilidad de ducharme y
cambiarme de ropa. El tío Pablo me hizo el favor y además en el HOTEL BEATRIZ,
ya conocido por mis huesos pero no en estas lides, uno de los mejores de Toledo
donde sus empleados me dieron la llave de una habitación donde poder ducharme y
si quería, descansar antes de mi vuelta. A ello también contribuiría el director del mismo establecimiento de Albacete con el que tengo una buena relación.
Dime
tu si no es para estar agradecido al tío Pablo, y al HOTEL BEATRIZ DE TOLEDO, a su director y el de Albacete, donde responsables y trabajadores me trataron fenomenálmente y de esta manera
poder volver en coche hasta Albacete como un señor.
LA BICICLETA, ESA COMPAÑERA DE
FATIGAS.
Una ruta de este tipo la puedo
hacer tanto con una bicicleta de montaña normal como eléctrica. En este caso,
teniendo las dos opciones a mi disposición, elegí la eléctrica por diversos
motivos.
En
primer lugar por la comodidad. Realizar un trayecto tan largo y hacerlo en una
bicicleta de montaña, a pesar de una o dos supensiones, es algo que no suele
ser cómodo y mucho más en su parte final cuando como ya he comentado, te duele
todo. Si la bicicleta solo tiene suspensión delantera, ofrece menos comodidad que
en caso de ser de doble suspensión, pero la falta de rigidez hace que se pierda
efectividad en el pedaleo.
La
bicicleta eléctrica tiene ruedas gordas como suelen decir, de un diámetro de
2.8 frente a 2.1 que suele llevar mi rígida. Un diámetro tan grande permite
presiones de 1 mientras que la rueda de 2.1 suelo llevar con presiones de 2.5,
de esta manera, es tremenda la comodidad que proporcionan simplemente las
ruedas.
El
peso de la bicicleta. Mientras la bicicleta eléctrica pesa 25 kilogramos, la
rígida pesa 11 kilos. Es cierto que cuesta menos mover la rígida, pero las
inercias de la de 25 kilos, una vez conseguida una velocidad media de crucero,
si es posible mantener con las piernas y la ayuda del viento, es algo verdaderamente alucinante.
El
tema de la batería. La bicicleta tenía su batería pero no tenía ninguna
posibilidad de recargarla debido a que no llevaba enchufe ni adaptador alguno,
de esta manera solo tenía una carga de batería. Con una carga normal para una
ruta de este tipo con 255 kilómetros y 1100 metros de desnivel, tendría para
pedalear con ayuda para unos 120 kilómetros. De
esta manera y desde el inicio de ruta, la el motor iría desconectado y la
batería apagada. Pedaleando con mi bicicleta de 25 kilos más el peso de la
mochila haría 170 kilómetros con una medía de 24.5 km/h. Justo con esa
distancia y tras el bocadillo, conectaría la batería y con la ayuda del motor
recorrería los últimos 85 kilómetros incluyendo las subidas y bajadas al río
Tajo desde Toledo. Tal sería el ahorro y la incertidumbre que sobraría el 49 %
de la batería. No me preguntes pero en este tipo de rutas suelo parecer otro y
sea por la ilusión, el miedo o lo que sea, es como si las
fuerzas se multiplicasen.
Lo
que hice antes de salir a Toledo fue comprobar el líquido para los pinchazos,
limpiar y engrasar la cadena, ajustar los cambios y llevar en mi mochila un par
de cámaras en caso de pinchazo, un tronchacadenas, una llave multiusos, unas
bridas, y algo de dinero para los gastos corrientes e incluso extraordinarios
llevado el caso.
EPÍLOGO.
Sirva este documento para quien quiera conocer lo que se piensa y siente en días como estos, que la vida no es lo que se hace sino como se hace, que lo importante del camino es disfrutarlo y que todo lo que hacemos y somos, es consecuencia de una vida pasada.
Espero que os haya gustado un día de bicicleta de Albacete a Toledo.