Mientras tanto, las temperaturas máximas de una decena de grados se van marchando conforme se apaga el sol y van cayendo los kilómetros. Se tiene que finalizar antes de que la oscuridad se adueñe de la luz.
Pistas, carreterillas asfaltadas, vías verdes y en alguna ocasión como hoy, las probaturas me llevan a un bancal que con ganas y tesón no me hace descabalgar. Perdón si el dueño tiene queja pero he pasado por los ribazos con el mínimo daño posible.
Lo bueno es que a mitad de camino, la zona de encinas espera y a pesar de ser zona de caza, en diario no molesto y por ello se puede recorrer esos caminos limpios entre árboles y matorrales.
A la vuelta se cruza el riachuelo Don Juan, Lobera o como le quieras llamar y escuchas el rumor del agua cristalina, algo bastante llamativo.
Luego toca iniciar la vuelta y a mover desarrollo por caminos interminables a los que se les busca su final, como todo en esta vida.
Todo fenomenal, adaptándome a la bicicleta y a una correcta presión en las ruedas que esta tarde han hecho un trabajo bastante importante.
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