A tan solo setenta kilómetros nos esperaba una ruta de treinta y cinco kilómetros con la que poder hacer muchas, muchísimas cosas como bajar por las calles de Bogarra, pedalear junto a la acequia del río Bogarra y sus sendas, pasar por el Batán y subir al Padrastro. Desde allí arriba sentirnos más grandes al ver todo más pequeño y saber lo que vale un peine pues el aire corría, volaba haciendo que cualquier traza de humedad se congelase. De esta manera, la cosa consistía en bajar e introducirnos nuevamente entre montañas y vallejos.
Ahora venía el premio, tres sendas tremendas de las que destaca la final que nos lleva a la aldea de Vizcainos donde damos rienda suelta a nuestros instintos y aceleramos más de lo que pide la inercia. Madre de Dios, de esos días en los que llevas ganas y las circunstancias te acompañan, terreno húmedo y roca seca. Eso se llama "tutiplén".
Y para terminar un paseo por pista asfaltada hasta Bogarra junto a su río y final de traca subiendo por unos tramos que son de nota.
Esta ruta es sin lugar a dudas una joya de esas tan pequeñas y valiosas que no te la puedes dejar sin hacer y si no, ya me cuentas.
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