Por eso, salir después de comer con el último bocado entre los dientes y comenzar pedaleando en temperatura máxima de siete grados con sensación termica menor a pesar del sol es casi un regalo. Mucho mejor si lo haces con viejos alumnos o jóvenes compañeros como ha sido el caso, junto al gran Carlos.
Una ruta para disfrutar y pedalear relajado por caminos donde el barro no haga estragos, aunque en algún tramo tengamos puntualmente que llenar nuestras ruedas y bicicletas de esa sustancia que mejor estaría hecha jarrón, plato o cuervera.
Lo dicho, tramos de caminos agradables con sembrados incipientes de verdor que a bien seguro prometen buena cosecha para esta primavera.
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