Pedaleamos con la oscuridad y adivinamos la salida del sol por el tono ocre del horizonte, sabemos que el contraste será cada vez más suave y a medida que el cielo se diluya, la tierra adquirirá la luz perdida con la noche.
Al inicio del otoño el aire queda en calma, aire fresco en demasía tirando a frío, más aún cuando sabemos que el sacrifio del inicio con la escasa ropa tendrá recompensa al final, cuando el sol comience a arrojar sus rayos por doquier.
De paseo para nosotros es a un ritmo alegre pero no de echarse a reir, porque pensando estoy en quitarle todos los piñones a mi bicicleta y dejarle uno, el pequeño. Por ello, estómagos tranquilos al inicio con churros y chocolate para entretenerlos mientras comienza el día, y un tentempié en Pozo Cañada a precios populares para señores, que es lo que somos.
Y de pueblos vamos servidos; Aguas Nuevas, el Salobral, los Anguijes, Los Pocicos, Pozohondo, Campillo de las Doblas, Pozo Cañada, Cerro Lobo, Abuzaderas y Chinchilla. Podríamos visitarlos, pero eso ya lo hemos hecho en otras y tantas ocasiones.
Y con el Angelus llegamos a la insigne ciudad de Albacete para comenzar el día y dedicarlo a otras artes y disfrutes, que cada día que tenemos es una oportunidad más de vivir, de vivir.
Ahhh, enemigos de pistas y asfalto absteneros de seguir nuestros pasos, solo tiene una senda y es cortita, de todo tiene que haber en la viña del señor.
Por cierto, otro grandisimo día de bicicleta.
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