Intenté trazar los recorridos pues veía que en uno de los costados de la ciudad tenían monte y montañas para aburrir, pero también pude observar que existían numerosas fincas privadas. A ello se añadía el problema de las últimas lluvias que avecinaban barro y el cruce de algunos riachuelos y charcos. Finalmente, no conocer el lugar se prestaba a confiar en otros usuarios.
Pude elegir tres rutas para hacerlas con mi Giant, esa bicicleta analógica, doble de tija telescópica dispuesta a pasar por donde haga falta y vaya que lo demostraría.
La primera ruta fue la presente y si bien el desnivel es de tan solo 1000 metros, la gran cantidad de sendas que se hacen tanto hacia arriba como hacia abajo y zonas de piedra, hacen que la dureza no sea nada desdeñable.
Pude encontrar unos ciclistas con los que compartir un pedazo del recorrido y a buen ritmo poder avanzar acompañado, pues aunque no lo diga, en ocasiones da cierto respeto aventurarse cuando nada conoces.
Los paisajes son de impresión y la naturaleza es casi de otro lugar pues la gente que no somos del lugar nos sorprende tanta verdura, pastos, árboles y cantidad de ganadería que se encuentra (de ahí supongo yo la fama del rabo de toro).
El final alucinante bajando por unas sendas entretenidas y los paseos iniciales y finales por el casco histórico de Córdoba buscando el hostal, curiosos y en ocasiones preocupantes por el paso de las infranqueables procesiones.
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