Una vez que subes a lo más alto con la bicicleta a cuestas descansas un poco disfrutando de las impresionantes vistas. Ahora coges aire y te dejas caer poco a poco, sin prisas pues el paisaje es único y poco a poco nos metemos entre montañas con sendas reviradas y llenas de escalones y arboles que buscan nuestros costados. El final, rápido en pista estrecha hasta el mirador de Casa de Dios.
Un placer para los sentidos.
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