La cosa estaba clara, hacerlo por el kilómetro vertical y bajar por la senda de la Font del Moi más el tramo de ida y vuelta de ascenso. La subida en la pedrera de antología, eso sí, la piedra suelta ya no es lo mío y lo he realizado según consejos de otros que me antecedieron por la parte derecha. Fundamental buen calzado pues la roca se presta al agarre y con mis zapatillas de Trail, fenomenal.
La bajada ha sido curiosa pues mi carácter madrugador me ha permitido estar solo en la cima y disfrutar en soledad de los paisajes que te rodean y permiten ver casi todas las elevaciones que te rodean más vistas del mar, el mar Mediterráneo. Fotografías por doquier, zoom y venga fotos, que para eso se pueden hacer hasta que se termine el carrete….
Me he cruzado con un chaval de Avignon y muchos, muchos excursionistas solitarios, en pareja, en docenas y otros que corrían subiendo y bajando. Eso me ha animado a correr bajando pero no hacerlo con asiduidad ha dado lugar a que lo haga un tramo y una vez cargadas las piernas, terminar andando y disfrutando, que esto no se hace todos los días.
En la mochila litro y medio de agua, un bocadillo y la cámara de fotos, en la mano el GPS y en ocasiones el móvil para ir haciendo fotos y no perderme. Bajando me he perdido y lo he pagado durante unos minutos debiendo rehacer y subir lo bajado.
He salido a las 07.00 del aparcamiento tras haber tomado mi café con leche y magdalena en el bar el Puerto y tras tres horas y cuarenta minutos con descansos, fotos y charletas con unos y otros he finalizado una ruta que, aunque con tranquilidad, me ha dado tanta satisfacción como cansancio. Subiendo tenía mojado todo el pantalon y la camiseta de sudor que en la bajada ha ido desparaceciendo al tiempo que me refrescaba.
Lo dicho, algo único y digno de hacer aunque como en mi caso sea una vez en la vida… ójala vuelva.
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