Pasaron las dos semanas y con un café con leche y una napolitana de chocolate abrimos la jornada en la confitería frente a la plaza de toros. Allí conocemos a Pedro, que con el paso de los kilómetros podríamos ver que es otro grande de la bicicleta, sin lugar a dudas.
La ruta es sencilla, quince kilómetros de asfalto rodando con tranquilidad, quince kilómetros en subida con un buen desnivel hasta Almeces, una rotura de válvula delantera y un repuesto milagroso de Epi, la bajada en sendas y más sendas y una parte final para remontar la sierra del Oro, tomar un par de sendas, la del Zig Zag, y terminar la ruta con una cerveza fresca.
Fran y el que suscribe, con las bicicletas eléctricas, en mi caso para poder disfrutar mucho más de las bajadas, en el de Fran para probar la batería. Epi y Pedro con atmosféricas pero con fuerza en la pedalada de manera que con ritmo y cadencia en llano y en leve subida, intratables para los que llevamos un cuarto de cien kilogramos en bicicleta.
Y para terminar fotografías de familia y la espera a la siguiente ruta, que será pronto si Dios quiere.
Otro gran día de bicicleta sin lugar a dudas.
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