De las veces que la llevo hecha, siempre y sin excepción tengo que parar un poco a media bajada pues las muñecas y dedos gordos les dan por molestar así como las piernas. En esta ocasión no hubo excepción y tuve que hacer un pequeño descanso, que no perdona.
Parece mentira cuando llegas a Ayna y miras las antenas de enfrente que haya una senda que baja hasta el río.
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