Y de vez en cuando una cuesta, una sendeja, un tramo pleno de piedras y todo es posible, con fuerza y cadencia puede que se termine antes la batería del GPS que la de la bicicleta.
Y tras ochenta kilómetros, un descanso en Chinchilla, y un compañero con su mujer y un galgo de esos que me gustan. Con un café con leche en su plaza, privilegiados sin saberlo, hablamos y comentamos lo que nos gusta y no nos gusta de la vida, del trabajo y de la gente. Coincidimos en muchas cosas y sabedores que no estamos en el bando ganador soñamos con lo que nunca será.
Tras el café, vuelta a casa no sin antes subir por enésima vez al castillo de mi vida. Vistas y fotos y comentarios a pie de las escaleras.
Aire a favor y por si las moscas, junto a la autovía y finalmente al parador, mejor sin barro que son muchas las historias de roturas, chascos y fracasos. Ahora toca conservar, disfrutar y echar mano de experiencias positivas y negativas.
Buena tarde para unas horas de bicicleta.
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