jueves, 20 de septiembre de 2018

HISTORIAS DEL CONSUMISMO. PARTE PRIMERA. LOS VIAJES Y EL TURISMO.

Cuando se reúnen dicen donde han estado y donde van a estar, sacan el móvil del bolso o del bolsillo cuando algunos ya lo tenían en la mano y raudos se ponen a buscar.... ¿Lo ves?, esa es la famosa torre, el impresionante río, el palacio de o el tremendo paseo. Las fotografías pueden ser de diverso tipo; del monumento o lugar, del monumento o lugar con personas o de personas con el monumento o lugar, llamado "selfi", como no, con palabra sajona como si no tuviesemos en nuestro idioma.

Y de esta manera acreditarán haber estado y luego te preguntan si tu has ido, si es que no, continúan con la exposición de lugares como si nadie antes lo hubiese pisado nadie. Atente a las consecuencias pues el fin no está cerca, pero no te preocupes que contará lo que todos cuentan puesto que cada ciudad tiene los mismos monumentos que siempre se visitan y un lugar que dicen no está en las rutas turísticas, y eso hará de su viaje inolvidable, como ocurre en el resto de turistas.

Pero si has estado... si has estado entonces comienza la batalla por ver quien ha visto más ciudades, más monumentos, más cosas y será un toma y daca de preguntas donde el perdedor será el que no haya estado, ¿pero cómo es posible que fueses y no lo vieses?, pues yo lo vi y es algo impresionante.

Y mientras los observas piensas en el ruido del agua al pasar aquella tarde de primavera, el vuelo de las golondrinas o aquel árbol cargado de moras, el sabor del tomate recién cogido en la huerta del primo de tu padre o el día que preguntaste si estaba más lejos Chinchilla que Méjico.

Buscamos el vuelo más barato y esperamos a subir al avión y llegar a nuestro destino para esos días que tanto nos hacen falta. Se nos llenarán los ojos de imágenes y las grabaremos en nuestra memoria con esas fotos y vídeos que ayudarán a recordar.... no hagas tantas fotos que no te da tiempo a poder disfrutar de las vistas, le decía mientras contemplaban la puesta de sol en las Tullerías.

Recuerdo el atardecer en el Mirador de San Nicolás con la Alhambra al fondo en el año 1991. Allí estabamos unos cuantos mientras la gitana vendía castañuelas. Sentado podía ver como las paredes que colgaban de la montaña enrojecían al tiempo que el día se apagaba, luego un paseo por aquel barrio enrevesado del Sacromonte y una cerveza en un bar de mala muerte. Después y con paso tranquilo a la pensión la Redonda y otro par de cervezas por el camino donde fuese, con las tapas ya cenaba.

Por aquellos días, mi querida España.... era objeto de consumo, Marbella, Benidorm, Sitges, pero tan solo esos lugares y sin masificación, veranear todavía era un lujo para familias como la mía y los lugares de costa, montaña o ciudades monumentales podían ser visitados con tranquilidad, con sosiego, haciendo fotografías con seguridad, que el carrete se terminaba.

Pero el ser humano está en este mundo para consumir, para ganar dinero que le sirva para disfrutar de la vida, para comprar, gastar y soñar con gastar y comprar, que el fin es la felicidad pero gastando el dinero de nuestro trabajo. Y por ello el turismo, ese fenómeno de masas que nació décadas atrás pero que todavía no había destruido nuestro patrimonio natural y arquitectónico.

Pues ya lo hemos conseguido, hemos terminado con casi todo... la costa esta plagada de edificios, de urbanizaciones, de hoteles, la especulación y el deseo de tener una segunda vivienda, el todo incluido ha urbanizado espacios naturales, ha saturado pueblos, terminado con la agricultura y esquilmado los recursos económicos. El modelo resulta insostenible a todas luces; el consumo de agua, electricidad y las infraestructuras es crítico y el volumen de residuos no es posible absorber por el medio natural.
La Manga del Mar Menor es una cloaca, el mar Mediterráneo  es una alcantarilla donde se vierten residuos de ciudades costeras, industrias y barcos que surcan sus aguas con miles de refugiados... perdón, con miles de turistas deseosos de visitar en una semana paises y ciudades emblemáticas.

El atardecer de la Alhambra ya no tiene a la gitana que vendía castañuelas, los edificios no se pueden ver puesto que tanta gente no permite asomarse al mirador, la tranquilidad murió hace años, el bar de mala muerte del Sacromonte es un tugurio. Colas de personas, de gente, de turistas juegan con los muros y los momentos se convierten en horas de espera. Luego pasa dentro y disfruta de la alegría, del jolgorio, esquiva gente e intenta disfrutar.

La Alhambra, Barcelona, París... siguen teniendo encanto, pero eso es para las nuevas generaciones de turistas consumistas que no saben lo que hubo, lo que fue, lo que paso, los que nunca vivieron de otra manera sin teléfono móvil, sin colas, sin tapas de freidora.

Sigo soñando con un paseo por El Malecón, con las playas de Varadero, lo alto del Machupichu, llegar a la Patagonia, un baño en Hawai, subir a lo alto de las montañas de Suiza o andar entre la gente por las calles de Japón. Casi nada de esto podré hacer y mientras tanto veo todas las mañanas salir el sol desde mi terraza mientras los que más quiero comienzan un nuevo día.


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