Desde tiempo atrás, en efecto, la potencia hidráulica del Júcar venía siendo utilizada por los numerosos molinos y batanes que jalonaban sus orillas. A mediados del XIX, Madoz, describe este mismo tramo del Júcar en Alcalá con similares términos: cinco presas para tomar el agua del Júcar, un batán y dos molinos harineros y otro más en los confines con Casas de Ves, el cual tiene una parada con cuatro ruedas y un buen puente de madera.
Muchos de estos artefactos se transformaron en minicentrales hidroeléctricas para abastecer las zonas próximas, pero mediante redes locales de escaso impacto económico y territorial. No obstante, ello incitó a muchos promotores de zonas próximas a obtener la concesión de explotación de las márgenes de ambos ríos: Júcar y Cabriel, aunque carecieran del capital necesario para afrontar la transformación, por lo que muchos fracasaron y otros terminaron vendiendo sus concesiones a las grandes compañías.
Este fue el caso que nos ocupa. El tramo del río, entre Villa de Ves y Cofrentes, presenta un importante desnivel de más de 400 m. en poco menos de 60 km. y, a la vez, un caudal bastante regular gracias a los aportes del acuífero manchego antes citado, que se vierte en numerosos manantiales. En este tramo existía desde finales de la Edad Media “una casa de molino que tiene dos ruedas, del concejo” (Cebrián y Cano, 1992: 312) y que se había mantenido productiva hasta mediado del XIX, pues es citada por Madoz, con similares términos. La permanencia del ingenio harinero fue el origen del topónimo con que se conocía a este paraje del río: El Molinar y servirá también para denominar a la nueva presa hidroeléctrica que se iba a construir en el lugar, iniciando esta interesante historia de la intervención del hombre sobre la naturaleza.La explotación de este sector del río lo tenía concedido desde hacía tiempo un acaudalado empresario papelero de Villagordo del Júcar: Enrique Gosálvez Fuentes,que en 1898 había instalado una pequeña central hidráulica para abastecer a su papelera y cuya relación con Hidroeléctrica Española le llevaría, más tarde, a ser accionista de Electr. Este empresario vendió su concesión en el Júcar a Juan Urrutia y a Hidroeléctrica Ibérica en 1901.
Como ocurrirá a lo largo de la centuria, en estos y otros procesos de construcción de embalses, el comienzo de la obra supuso la llegada de miles de trabajadores, técnicos, ingenieros, directivos, etc. para los que, en Villa de Ves se construyeron tres poblados. Además, para las labores de peonaje se contrató a muchos campesinos de la tierra, cuyas condiciones de trabajo eran muy duras. Así lo relataba el nieto de uno de estos
trabajadores: “Mi abuelo me decía que lo había pasado muy mal en ocasiones; que esos trabajos habían sido muy duros; todo a base de pico y pala, a golpe de maza. Una sardina y pequeño pedazo de pan era el único alimento diario y eso cuando comían porque a veces ni siguiera eso. Trabajaban sin parar […] Se construyeron unos pabellones de caña, cubiertos por un tejadillo para guarecer a la gente que allí malvivía. Eran como una especie de chozas, sin agua ni higiene de ninguna clase. Había también un economato pero a algunos su sueldo no les permitía acercarse a este” (Ureta, 2005). Los directivos e ingenieros se alojaron en casas de los pueblos de la comarca. Como caso anecdótico al respecto, se cuenta que los consejeros y altos cargos de Hidroeléctrica, cuando tenían que visitar la obra, lo que parece ocurría con relativa frecuencia, llegaban en tren a Almansa y desde allí debían trasladarse en diligencia.
Los trabajos previos y el transporte de materiales supusieron las mayores dificultades. Fue preciso abrir carreteras, sendas y caminos, desmontar laderas y disminuir desniveles para poder llegar al fondo de del río. Por el contrario, la construcción de la presa, puramente tal, no planteaba especiales problemas técnicos, en principio, pues se aprovechó la del antiguo molino, solo que fortalecida y recrecida. Peor fueron las obras de perforación de la roca para la construcción de un canal de 4 km. de los que 3 eran subterráneos, abiertos a golpe de barreno. Por eso, barreneros y capataces eran los obreros mejor pagados. Con este canal se conseguía, en esa corta distancia, casi 65 m. de desnivel. Además, hubo que construir un depósito de conducción forzada, con sus correspondientes tuberías y compuertas que terminaban en la Casa de Máquinas, un edificio de planta rectangular y tres alturas, de 43 m2 . por planta y 11 m. de altura. Estas obras complementarias se acabaron en julio de 1909.
Dadas las mencionadas dificultades para el transporte de materiales pesados, este fue uno de los momentos más dificultoso de la empresa, ya que los mencionados grupos electrógenos tuvieron que ser llevados arrastrados por animales, tal como confesaban algunos de los protagonistas del evento: “bajar al lecho del río equipos y maquinaria una epopeya nunca contada […]. Hubo que recurrir a mulos y borricos para explorar ignotas sendas y abrir a pico y pala un camino en la margen derecha antes de iniciar, a golpe de barreno, la excavación de los túneles”. Para ello, y como en las obras públicas de antaño, hubo que recurrir a yuntas de bueyes, animal prácticamente desaparecido del campo español desde mediados del siglo XVIII, y ausente de la comarca desde mucho antes, lo que explica que muchos de los contratados fueran expertos en ganado. La infraestructura técnica de transporte era bastante primitiva y, según confiesan algunos familiares de protagonistas de aquella empresa, se reducía a unas carretillas sujetadas por un cabestrante que llevaban las piezas más ligeras.
EL SISTEMA HIDROELÉCTRICO DEL JÚCAR Y LA ELECTRIFICACIÓN MADRILEÑA
Fernando Arroyo Ilera
Universidad Autónoma de Madrid
2 comentarios:
Refrescante! Que sitio tan relajante y solitario...
Vaya que sí y que razón llevas.
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