Es algo que no podrás encontrar en otros lugares, por eso vamos pedaleando esperando que asome el sol y poco a poco vaya tomando brillo y fuerza, hasta dejarnos cegados mientras la luna observa este eterno ritual con tranquilidad.
La misma sensación cuando puedo ver el sol asomar a lo lejos del horizonte en el Mediterráneo cada mañana cuando comienzo mi ruta, en esta ocasión su reflejo es posible en el agua, cosa que no ocurre con la tierra que no brilla en su contraste.
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