Esta mañana he podido sentir el orgullo de ser nativo de una tierra donde la riqueza abunda por doquier y el dinero es algo puramente simbólico. Como si en tierras del petrodolar estuviese, he podido pedalear por un puente expresamente construido con un millón de euros y con fecha de caducidad a doce meses. Así somos por acá, personas desinteresadas guiadas por administradores celosos de los detalles más infimos del día a día.
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